sábado, 16 de febrero de 2019

Para entender la Cuaresma como caminata hacia la Pascua


 C U A R E S M A   Y   P A S C U A,   A Y E R   Y   H O Y.

ENCUENTRO,  RECONCILIACIÓN  Y  LIBERACIÓN

Guayaquil, 2019. Pedro Pierre.

Frase sugestiva: ‘Lleguemos a la Pascua liberados y reconciliados, juntos y juntos con Jesús’.


PRESENTACIÓN

            La Cuaresma es un tiempo de 6 semanas, unos 40 días, entre el miércoles de Ceniza y el Domingo de Ramos. Nos recuerda la salida de la esclavitud de Egipto de los descendientes de Abraham y Sara y su travesía de 40 años por el desierto del Sinaí.
            La Cuaresma es nuestra caminata hacia la celebración de la Pascua de Jesús, es decir, es paso de su muerte a su resurrección. Si así lo queremos será también la celebración de nuestra propia Pascua, es decir el paso a una vida nueva dejando atrás lo que nos limita y limita la fraternidad y la justicia.
            Es un momento propicio para el reencuentro y la reconciliación con Dios y con los demás. He aquí unas buenas maneras de vivir la Cuaresma.
-          Reunirnos semanalmente para profundizar sobre los varios sentidos de la Pascua.
-          Poner nuestros pasos en los pasos de Jesús.
-          Reconocer que la Pascua sigue viva en el Pueblo de los Pobres.
-          Realizar una celebración penitencial comunitaria que podemos hacer en nuestra misma pequeña Comunidad.


A.  EL  SIGNIFICADO  DE  LA  ‘PASCUA’  DE  JESÚS  Y  DE  LA  NUESTRA
      Profundicemos en el sentido de ‘la Pascua’: la primera Pascua con Moisés, la Pascua de Jesús, la Pascua nuestra y la Pascua del Pueblo de los pobres.

1.      La primera “Pascua”.
-          La palabra ‘pascua’ que quiere decir paso, salida, éxodo.
-          Es el nombre que se dio a todo el proceso de liberación que culminó con la salida de los Hebreos de la esclavitud de Egipto gracias a Moisés.
-          Luego el Pueblo de Moisés acostumbró celebrar de esta Pascua cada año. Era el recuerdo a la vez del fin de la esclavitud en Egipto y del comienzo o fundación de un Pueblo nuevo: el Pueblo judío.
-          Era su ‘fiesta nacional’ que tenía lugar en la capital Jerusalén.

2.      Jesús celebró esta fiesta nacional a partir de los 12 años con su familia y su Pueblo.
-          Allí descubrió que el Templo de Jerusalén era el centro de toda la vida de su nación: la Palestina.
-          Allí estaba no sólo el centro religioso del país, sino también su centro político, legislativo y económico… que se desarrollaba bajo la dominación de un ejército extranjero: el de los romanos.

3.      En su última Cena, Jesús dio a la celebración de la Pascua un nuevo sentido y contenido.
-          Esta fiesta se celebraba comiendo un cordero, para recordar la caminata por el desierto del Sinaí.
-          Este cordero era acompañado de pan y de vino que eran los alimentos más comunes en el país.
-          Jesús se presentó como nuevo ‘cordero’ ejecutado por las autoridades judías y romanas que no aceptaron el mensaje de Jesús y su solidaridad con los pobres
-          Jesús dio un nuevo sentido al pan y al vino. Hizo del pan el símbolo de su cuerpo entregado en la cruz y del vino el símbolo de su sangre derramada injustamente.

4.      La resurrección de Jesús es el signo de aceptación de la ofrenda que hizo Jesús de su vida y de su muerte en la cruz. Dios confirmó a Jesús como el Mesías prometido que había venido a enseñarnos su verdadero rostro: compasivo y liberador, y su voluntad: hacer de la tierra un reino de fraternidad, el Reino de Dios.

5.      En la celebración de la Semana Santo, nosotros recordamos todos estos pasos tanto los del Pueblo de Jesús con Moisés, como los del mismo Jesús en su última semana de vida en nuestra tierra.
-          Recordamos la primera Pascua porque es el comienzo del Pueblo de Jesús del que somos parte nosotros también.
-          Recordamos la Pascua de Jesús porque él llevó a su máxima expresión en Jesús del amor de Dios con nosotros y en particular con los pobres, y la máxima solidaridad de Jesús con estos mismos pobres, víctimas inocentes de la ambición humana.
-          También celebramos la continuidad de la Pascua de Jesús en nosotros y en nuestro Pueblo.
. Reconocemos que la pasión y la muerte de Jesús siguen expresándose en el sufrimiento y la muerte de todos los que sufren y mueren injusta e inocentemente.
Igualmente proclamamos que la resurrección de Jesús continúa expresándose en la vida nueva, en los cambios positivos, en las conversiones y liberaciones de las personas y de los pueblo en la actualidad.
-          El Pueblo de los Pobres es el nuevo ‘Servidor sufriente’ que, como Jesús, en su vida, sus sufrimientos, su muerte y su resurrección demuestra que el Reino de Dios continúa surgiendo entre nosotros


B.  EL  SIGNIFICADO  DE  LA  CUARESMA
La Cuaresma es un peregrinaje hacia la resurrección, en su dimensión tanto individual como colectiva.

1.      Nos preparamos a celebrar personalmente y juntos los últimos días de la vida de Jesús: su pasión, muerte y resurrección. Ellos resumen el sentido de su vida, de su misión, de su personalidad. Hoy con Jesús podemos ser más fuertes que la maldad y la muerte, si lo queremos así.

2.      Esta preparación es al mismo tiempo una actualización: nos animamos, juntos con Jesús, a hacer realidad la Pascua de Jesús en nosotros y entre nosotros. Los 40 días que separan el Miércoles de Ceniza del Domingo de Resurrección nos recuerdan los 40 años de travesía del desierto por el Pueblo de Moisés y los 40 días de retiro de Jesús en el desierto. De esta manera, tanto el Pueblo de Moisés como Jesús se prepararon a vivir el futuro construyendo y abriendo los caminos que les iban a dar éxito a los ojos de Dios.


B.  EL  SIGNIFICADO  DE  LA  CENIZA
            Comenzamos este tiempo de la Cuaresma con el rito de la Ceniza. Al recibirla o imponérnosla, proclamamos, por ejemplo: ‘Me convierto a Jesucristo para construir su Reino’. Este compromiso nos ayuda a entender el sentido del rito de la Ceniza, afín de no quedarnos en una actitud, mágica, pasiva y negativa.

1.      Para nosotros, en un primer tiempo, la ceniza nos aparece como símbolo de destrucción. Pero no es sólo eso.
-          Cierto que es el signo de la destrucción de lo que se quema y de la debilidad de nuestra naturaleza humana: la muerte transforma nuestro cuerpo en polvo y ceniza…
-          Pero, tal vez, no conocemos bien los varios beneficios de la ceniza: es un abono eficaz, se utiliza en la fabricación del jabón natural, es una barrera infranqueable para las hormigas y otros pequeños bichos, sirve para la conservación de unos alimentos (al envolverlos en ceniza), etc.



2.      Antes de Jesús, en el Antiguo Testamento, los Judíos daban a la ceniza una triple significación:

a)      Era signo de la fragilidad del ser humano. Abraham, el padre de nuestra fe, rogó a Dios en nombre de las ciudades pervertidas de Sodoma y Gomorra, diciendo: ‘Señor, yo que soy polvo y ceniza,...’ (Génesis 18,27). Iba repitiendo lo que Dios había anunciado a Adán y Eva: ‘Eres polvo y al polvo volverás’ (Génesis 3,19).
Notemos aquí que esta situación, ‘volver al polvo’, no era lo proyectado por Dios, sino la consecuencia de la maldad humana. Por eso que, en Sodoma y Gomorra, no todos murieron…

b)      La ceniza era también el signo del sufrimiento sobre el ser humano. Decimos que el dolor, los sufrimientos, las penas, las dificultades de la vida ‘nos hacen ceniza’. Tal fue la situación de Job que quiso manifestar su condición sentándose sobre cenizas: ‘Satán hirió a Job de una llaga incurable. Job, entonces, fue a sentarse en medio de la ceniza’ (Job 2,7-8).
Notemos también aquí que, desde esta situación destructora, Job fue capaz de proclamar su fe en la resurrección de su propio cuerpo: ‘Yo me pondré de pie dentro de mi piel y en mi propia carne veré a Dios’ (19,26).

c)      En fin, la ceniza era también el signo exterior de la conversión y purificación. Jonás fue a anunciar a unos extranjeros de Nínive, la destrucción de su ciudad si no se arrepintieran y cambiaran de manera de vivir. Entonces, ellos ‘creyeron en la advertencia de Jonás y ordenaron un ayuno. El rey se levantó de su trono y se sentó sobre la ceniza’ (Jonás 3,5-6). Sabemos que Dios perdonó a los habitantes de Nínive por haber hecho caso a las palabras de Jonás.

      En esta parte la conclusión es doble: La ceniza es a la vez signo de muerte y signo de resurrección.

3.      Jesús habló una sola vez de ceniza, cuando maldijo a 2 ciudades rebeldes a su predicación: “¡Pobre de ti, ciudad de Corozaín! ¡Pobre de ti, Betsaida! porque, si los milagros realizados en ustedes se hubieran realizado en Tiro y Sidón, hace mucho tiempo que sus habitantes habrían hecho penitencia, vestidos de saco y sentado en la ceniza. Por eso, Tiro y Sidón, en el día del juicio, serán tratadas menos rigurosamente que ustedes” (Lucas 10,13).
Para Jesús, la ceniza era un signo de arrepentimiento y cambio de vida.

4.      San Pablo nos dio el verdadero sentido de la ceniza: Jesús es la meta de todo y debemos seguir su ejemplo.
-          Escribió en la Carta a los Hebreos: “Cristo ha llegado como el sumo sacerdote con miras a los beneficios de estos nuevos tiempos... En efecto, la sangre de los toros y chivos y la ceniza de terneros con que se rociaba a los que tienen alguna culpa, los hacían santos y puros según criterios humanos. Pero Cristo hizo mucho mejor cuando se ofreció a Dios como víctima sin mancha: su sangre purifica nuestra conciencia de las obras muertas para que, en adelante, sirvamos al Dios vivo” (9,13-14).
-          La verdadera salvación no viene de la ceniza, sino de nuestra adhesión y de nuestro seguimiento de Jesús y de nuestra identificación con su muerte y resurrección, o sea, su Pascua.

            Así comprendemos ahora que el rito de la ceniza, como toda la Cuaresma, no es más que un camino hacia una vida nueva, un compromiso de seguir a Jesús, sobrepasando su significado negativo de destrucción y muerte. Desde siempre y para siempre Dios nos llama a una vida nueva, a una esperanza indestructible y a la resurrección desde ahora, como fue el ejemplo de Jesús. No somos primero ceniza, sino semilla de resurrección si vivimos conforme a nuestra naturaleza y al camino abierto por Jesús. Así sea para todos nosotros.


“Si el grano de trigo no cae en tierra y no muere queda sólo;
Pero si muere, da mucho fruto” (Juan 12,24).