domingo, 15 de febrero de 2015

Buen texto de un joven amigo de República Dominicana



COMUNIDADES  ECLESIALES  DE  BASE  E  IGLESIA  DE  LA  CASA
Algunos desafíos del actual contexto - Jit Manuel Castillo, ofm.


CONTENIDO
-        Introducción
-        Un nuevo contexto para las CEBs
-        CEBs e Iglesia de la casa
-        A modo de conclusión, algunos desafíos


“La Iglesia del futuro será una Iglesia que se construirá desde abajo por medio de comunidades de base de libre iniciativa y asociación. Hemos de hacer todo lo posible para no impedir este desarrollo, sino más bien promoverlo y encauzarlo correctamente.”[1]


A. INTRODUCCIÓN
Iniciamos con estas palabras de Karl Rahner, que parecerían escritas recientemente para las CEBs, conscientes del hecho de que social y eclesialmente, estamos en un tiempo nuevo, como se verifica en las metáforas del mundo actual y en los cinco procesos emblemáticos del tiempo presente que veremos más adelante, y en la hermosa carta que nos dirigió el papa Francisco a quienes participamos en el XIII Intereclesial. Justicia y Profecía al servicio de la vida. CEBs, romeras del reino en el campo y la ciudad. (Brasil, enero de 2015)[2] En la que nos invitó a mantener vivo nuestro afán por ser fermento profético de una sociedad más humana y fraterna y de una Iglesia más cercana a la praxis de Jesús.
Luego de un encuentro eclesial como este, marcado por la alegría, el compromiso y la gratuidad, uno se pregunta ¿con qué nos quedamos y qué podemos llevar a nuestras comunidades de origen? ¿Cómo actualizar las múltiples vivencias y los aprendizajes en nuestros particulares contextos? ¿Cómo encarnar más profundamente la buena noticia del reinado de Dios y esta hermosa forma de ser Iglesia de Jesús? Es de ahí de donde nace esta reflexión sobre las CEBs y la Iglesia de la Casa, a través de la cual queremos rescatar este modelo de Iglesia de las comunidades primitivas, pues frente a los desafíos del mundo contemporáneo nos permite afianzar su dimensión profética y martirial, el protagonismo de las mujeres y las y los laicos, su cuestionamiento a ciertos estilos de ejercicio de la autoridad entre los y las creyentes en Jesús; y sobre todo, la eclesialidad de las CEBs como elemento nuclear de su vida y misión.
Tomando en cuenta todo esto es que retomamos las palabras que Don Helder Cámara susurrara en su lecho de muerte a Marcelo Barros: No dejen caer la profecía”, porque consideramos que este es el gran reto de las Comunidades Eclesiales de Base en el contexto sociopolítico, económico, cultural y eclesial en el que nos encontramos inmerso. Sentimos que, aunque nos han embestido de mil maneras, tanto desde dentro como desde fuera de la Iglesia, en las CEBs, no hemos dejado caer la profecía. Así lo confirmó el indio Anastasio en el XIII Intereclesial, con su grito por la demarcación de las tierras indígenas: Robaron nuestros frutos, arrancaron nuestras hojas, cortaron nuestras ramas, quemaron nuestros troncos, mas no dejamos que arrancaran nuestras raíces.” Esto se vio también con mucha fuerza en el grito del exterminio de los jóvenes, en el de la realidad del agronegocio, en el de las funestas consecuencias de las obras de la COPA y en el de la lucha por las tierras Quilombolas. Gritos que nos ofrecieron un claro panorama de cómo andan nuestra América Latina y El Caribe, en relación a la actual lucha contra los grandes empresarios, al servicio del imperialismo neocolonial de la minería y el agronegocio, las multinacionales y los nuevos latifundios.
Las CEBs estamos ante una gran oportunidad con la situación especial que va generando el papado de Francisco, por su referencia al Vaticano II y a una iglesia en salida, más sencilla, pobre y para los pobres, en una perspectiva eminentemente evangélica (EG, 24).[3] Como afirma el teólogo mexicano José Sánchez: “Sigue viva la esperanza de una Iglesia que esté al lado de los pobres y que ella misma sea pobre.”[4] Nos preguntamos: ¿Cuál es nuestro papel en este momento?, ¿cómo situarnos para sacar el mayor provecho de esta coyuntura favorable? y más radicalmente aun ¿por dónde nos está queriendo conducir el espíritu de Jesús en este momento particular de nuestra historia, para que las CEBs asuman su papel como semilla del Reinado de Dios y como fermento de un nuevo modo de ser Iglesia? Ahondaremos estas cuestionantes a partir de cinco metáforas y cinco procesos emblemáticos del nuevo contexto; paso seguido, meditaremos en la propuesta de las comunidades primitivas de la Iglesia de la Casa y sus principales características en su relación con el magisterio sobre las Comunidades Eclesiales de Bases; para terminar esbozando algunos de sus desafíos en el hoy de nuestra historia.

B. UN NUEVO CONTEXTO PARA LAS CEBs
Cómo bien indicó el Coordinador General del XIII Intereclesial, el padre Vileci Basilio Vidal, este tenía como preocupación fundamental el problematizar el actual contexto e identificar los desafíos y los nuevos caminos posibles para las CEBs. Precisamente esto es lo que nos proponemos en este momento, conscientes, como decía el papa Francisco, de que las verdaderas transformaciones no comienzan tanto por los grandes discursos, cuanto por las pequeñas acciones proféticas, y de que como afirmaba el padre Cícero: “No son los grandes planes los que dan cierto, sino la atención a los pequeños detalles.”
Inspirados en el método ver, juzgar y actuar, queremos partir de la realidad en la que nos encontramos inmersos, pero deseamos hacerlo de un modo diferente al tradicional, rescatando cinco metáforas y cinco procesos emblemáticos que nos ayudan a entrar no solo en los meros datos, sino en una visión de conjunto del mundo actual. Tres preguntas están en el trasfondo de esta presentación y quisiera explicitarlas, porque la misma quiere ser una posible alternativa para estas inquietudes: ¿Hasta qué punto nuestra forma de acercarnos a la realidad está condicionada por los mismos criterios de análisis que criticamos?, ¿en qué medida estos nos impiden el cambio de horizonte que nos proponemos? y si ¿será que el movimiento de Jesús puede ser una respuesta, no solo en el más allá, para los desafíos que nacen de los grandes procesos de transformación que hoy experimenta nuestro mundo?
Al analizar la realidad, solemos partir de datos económicos, sociales, políticos, culturales y religiosos. Reconocemos que esta es una forma dentro de muchas posibles de acercarnos a la realidad, pero hemos de tomar en cuenta, que está muy ligada al paradigma occidental de conocimiento, que como demostró Edgar Morrin, es lineal, simplista y disociador. Sin descartar su trascendencia, en una perspectiva más holística e integral, queremos aproximarnos a nuestra sociedad desde otras coordenadas. Por eso, retomamos a Paul Ricoeur, Jacques Derridá, Paula Sibilia y Néstor García Canclini, quienes reconocen la importancia de las metáforas para asomarnos al cambio epocal en el que vivimos, porque nos permiten evocar grandes verdades sin absolutizarlas y entrar en el presente con profundidad[5] con lo que tiene de sombra y de límite, pero también con lo que tiene de promesa y posibilidad transformadora. Es por ello, que asumimos las sugerentes propuestas de Ernesto Sábato, Zygmunt Bauman, Benjamín González Buelta, Anthony Giddens y Gilles Lipovetsky, quienes describen nuestra sociedad como un túnel, un mundo líquido, roto y desbocado y como la era del vacío, respectivamente.

CINCO METÁFORAS

1.      Vivimos en un túnel, y estamos metidos justo en el medio de su curvatura, y sin luz. No vemos ni hacia adelante ni hacia atrás, nuestra realidad es oscura, hostil y confusa. Como bien la describió Ernesto Sábato: “En todo caso había un sólo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida”.[6] En medio de esta realidad, los seres humanos de nuestro tiempo nos percibimos a nosotros/as mismo/as necesitado/as de luz, de un horizonte, de utopía y esperanza.

2.      Vivimos en un mundo roto,[7]en el que todo lo que dábamos por sentado se nos ha partido en mil pedazos, y todavía no encontramos las fuerzas para intentar rearmar los pequeños fragmentos que nos han quedado en las manos. Tampoco tenemos una razón suficiente que nos anime a ponernos de acuerdo para reconstruir el sentido, pues también nosotros/as estamos fragmentado/as por dentro y por fuera. Como insinúa Zygmunt Bauman: “Ya no creemos en el mito de la existencia de fragmentos que, como pedazos de una antigua estatua, esperan que la última pieza faltante sea descubierta para así ser pegados creando una unidad exactamente igual a la unidad original”.[8]Con todo, nos experimentamos sedientos de espacios para la interioridad y el silencio que nos permitan unificarnos.

3.      Vivimos en un mundo desbocados,[9] que va a la velocidad de un rayo, a toda prisa y sin norte. Como un caballo sin rumbo. Vivimos llenos de confusiones, con un cúmulo de datos que en vez de ayudarnos a entendernos y a interpretar el mundo, se han convertido en una amenaza para el disco duro de nuestro cerebro. Esto genera desinformación, desintegración y pocas posibilidades para combatir el pensamiento dominante. El nuestro, se ha convertido en un pensamiento débil, como planteara Gianni Vattimo.[10] A pesar de esto, los seres humanos necesitamos hacer una parada que nos permita bajar el ritmo para reorientar nuestras vidas.

4.      Vivimos en un mundo líquido, en el que las verdades absolutas han desaparecido y solo nos quedan pequeñas verdades, todas al mismo nivel, conviviendo en una amalgama de colores que no revela nada. Peor aún, los principios solo valen en cuanto nos convienen y responden a nuestros intereses, y si no, prescindimos de ellos como de envases desechables. Igualmente, los lazos se vuelven volubles. Nos dirá Bauman, asistimos al final de la modernidad sólida: “¿Por qué sólida? Porque los sólidos, a diferencia de los líquidos, conservan su forma y persisten en el tiempo. En cambio los líquidos son informes y se transforman constantemente: fluyen”.[11] No obstante, los seres humanos necesitamos de unos mínimos de estabilidad que le den una cierta solidez a nuestro ser y a nuestras relaciones.

5.      Vivimos en la era del vacío,[12] en todas partes encontramos la soledad y la dificultad de sentir, de ser transportados fuera de nosotros/as mismo/as. Es como si viviésemos en una depresión colectiva, que nos lleva al desequilibrio y nos dificulta ponernos en camino tras la búsqueda de una solución. De ahí las preguntas de los y las jóvenes de nuestro tiempo: ¿por qué no puedo yo amar y vibrar? y ¿si al menos pudiera sentir algo? En el fondo, asistimos a la pérdida del horizonte, pues el ser humano se vive en un gran inmediatismo, desconectado del presente y sin perspectiva de futuro. Y a pesar de todo ello, necesitamos con urgencia que nos ayuden a trascender lo instantáneo.

CINCO PRECESOS
Vistas estas cinco metáforas, podemos dar un paso más en nuestro acercamiento a la realidad actual, que consiste en verla en una perspectiva más analítica, concentrándonos en cinco procesos emblemáticos que apuntan un cambio en nuestra forma de pensar a Dios y a Jesús, de acercarnos al mundo y de concebirnos a nosotros/as mismo/as. Son los procesos de individuación, las nuevas subjetividades en la cultura somática, la revolución tecnológica e informática, la globalización y el neoliberalismo.

1.      Con la modernidad inició lo que muchos estudiosos llaman el proceso de individuación,[13]pero en la actualidad este adquiere unas características tan particulares, que lo hacen completamente distinto. Aclaramos que no es lo mismo individuación que individualismo. Para hacernos una idea de a qué nos referimos con el proceso de individuación, tenemos que recordar que en la Edad Media, si uno nacía esclavo moría esclavo, si noble, moría noble. Con la burguesía nace también la posibilidad de cambiar de estatus social, y con ella el desafío de hacernos individuos. Desde entonces, cada cual tiene que elaborar su propia identidad, y en la actualidad, sin ningún referente. En casi todo el mundo, los y las pobres se enfrentan a este desafío con desventajas abismales. Además, cuando creemos que hemos llegado a ser lo que nos pide la sociedad, nos cambian los roles, lo cual amenaza los vínculos sociales, el concepto de ciudadanía, el bien común y el sentido de pertenencia.

2.      La reflexión sobre las nuevas subjetividades en la cultura somática,[14]es relativamente reciente. Nuestra pretensión es hacer un levantamiento de las principales inquietudes que suscita: ¿qué tipos de sujetos genera nuestra sociedad, sus instituciones y grupos sociales? ¿cómo los sujetos construyen la sociedad en la que viven?, ¿qué tipo de subjetividades se crearon en otros tiempos?, ¿cuáles se crean en una determinada cultura?, ¿cuál es la que corresponde a los sujetos por su edad, su género sexual, su condición social o económica, preparación académica, desempeño laboral, etc.? También, hemos de aclarar ¿qué es eso de cultura somática? Paula Sibilia,[15] usa este concepto para referirse a una sociedad que vive a flor de piel, exhibiéndose en el computador, en los cines y televisores, y que da excesiva importancia al mundo exterior, en que las personas no se definen a sí mismas por su interioridad, sino por su apariencia.

3.      Con relación a la revolución tecnológica e informática,[16]un tema excesivamente amplio y de suma importancia, destacamos tres ideas:
­         La primera, que hemos pasado de una sociedad técnica a una tecnocientífica, y de esta a una tecnológica, lo que implica un cambio de paradigma;
­         la segunda, que es imposible entender nuestro mundo sin esta revolución y sus relaciones con el mercado; y
­         la tercera, que la misma no solo facilita la vida humana, sino que la está transformando profundamente. Para poner un ejemplo, crece entre nosotros y nosotras la sensación de que si no apareció en You Tube es que no aconteció. La tecnología ha entrado a formar parte de nuestra vida tan íntimamente, que la consideramos como si fuese una extensión de nuestro cuerpo. Hasta el punto de aspirar a una fusión entre ser humano y máquina que nos lleve a superar la enfermedad y la muerte. Es decir, nuestra condición de finitud.

4.      En los últimos treinta años, la globalización[17] ha venido ganando espacio a nivel mundial en los debates económicos, políticos, sociológicos, culturales, teológicos y en la vida de las personas. Es mucho lo que durante este tiempo se ha publicado sobre el tema, dada su amplitud y trascendencia para la sociedad y el pensamiento contemporáneos. Es un proceso que crea vínculos y espacios sociales transnacionales y nos lleva a ver el mundo como una pequeña aldea. Tiene múltiples dimensiones: los avances en la transportación, los medios de comunicación, la tecnología, la sociedad, los iconos, la cultura, la política, la economía y la carrera armamentista. En cuanto a sus consecuencias sociales y culturales, experimentamos que a la vez que nos acerca, también nos aleja. Por ejemplo, mientras el dinero fluye, las personas enfrentan miles de dificultades para transitar por las fronteras. Afecta negativamente a los y las más vulnerables, pues agudiza la injusticia, debilita los estados nacionales e impone una cultura única.

5.      El neoliberalismo[18]es fundamentalmente un sistema político y económico que privilegia el libre mercado, la propiedad privada y la mínima intervención del Estado en la economía. Se inicia en el año 1947, en torno a la figura de Friedrich von Hayek con la creación de The Mont Pelerin Society. Su primera experiencia en América Latina fue en Chile, después del golpe de estado a Salvador Allende, patrocinado por la élite chilena en contubernio con el gobierno y corporaciones estadounidenses. Para su consolidación a nivel mundial son muy importantes las figuras de Margaret Thatcher, como primera ministra de Gran Bretaña, y de Ronald Reagan, como presidente de los Estados Unidos. El culmen de su desarrollo, lo vemos en la progresiva expansión del capital financiero y en su dominio sobre el sector industrial y productivo, que nos está llevando a la digitalización del dinero. Como consecuencias, se agudiza la injusticia social y la crisis ecológica, lo mismo que el desempleo. Dada esta realidad, sus postulados, que hasta hace poco eran como dogmas de fe “a los que debíamos adherirnos sin mucha argumentación,” con la crisis mundial de 2008, se ponen en tela de juicio, lo que hoy nos permite un acercamiento más objetivo a sus planteamientos.

Las metáforas y los cinco procesos emblemáticos de nuestro tiempo, nos muestran que las dimensiones del cambio son tan trascendentales, profundas y radicales, que con razón podemos hablar no tanto de una época de cambios cuanto de un cambio de época.[19] Además, tres acontecimientos, nos permiten constatar cuanto estamos diciendo. Estos son: la caída del muro de Berlín, el derribo de las Torres Gemelas y la crisis mundial de 2007.
-        Con la caída del muro de Berlín en 1989, cayó también la ideología socialista. Este hecho es considerado por muchos teóricos sociales como el punto de partida de un nuevo movimiento geopolítico a escala mundial en el que el capitalismo se convierte en la ideología dominante con EEUU a la cabeza.[20]
-        El derribo de las Torres Gemelas en el año 2001, supuso un atentado contra quienes ostentaban la hegemonía del capitalismo imperante. Lo cual nos mostró que la gran potencia mundial era vulnerable y que por tanto, también el capitalismo podía ser amenazado. Entre muchas otras cosas, esto generó un desequilibrio mundial en la economía, en la política, en la cultura, en lo social, que empezaron a carecer de un referente hegemónico.
-        La crisis económica mundial de 2007, puso la tapa al pomo y nos dejó ver que es la sociedad occidental la que está en crisis y no solo su economía. De acuerdo con Alain Touraine, podemos hablar de “megacrisis”, porque tocó todas las instituciones, la vida social y al Estado y porque se trató de la crisis del capitalismo y de la sociedad que se fundamenta en su lógica.[21]

Todo esto nos lleva a confirmar que es la modernidad misma la que está en crisis. Se ha evidenciado que es insostenible mantener de manera indefinida una relación de dominación y consumo con la naturaleza y con las personas. No sin razón afirma Anthony Giddens, que los mayores problemas que enfrenta la actual sociedad mundial son el riesgo ecológico y la creciente desigualdad social.[22] El calentamiento global es solo un síntoma de la gran crisis que afronta el planeta, el otro, más radical, es el hecho de que cada día es mayor el abismo que separa a los ricos de los pobres y la desproporción con que crecen la injusticia y el desequilibrio.[23]
Lo que está aconteciendo ante nuestros ojos es un verdadero cambio de paradigma, que está generando una nueva sociedad.[24]Entendido como un macromodelo de comprensión del universo, de Dios y de nosotros/as mismo/as que se nos impone a los individuos y a los países. El término paradigma es fundamental para comprender las concepciones del mundo de una determinada época. Ha entrado en nuestra cotidianidad con las obras de Thomas Kuhn: Estructura de las Revoluciones Científicas, y de Karl Popper: Lógica del descubrimiento científico, en las que evidenciaron las repercusiones que los cambios de paradigmas introducen en nuestra concepción del mundo. Según estos autores, existe un paradigma global en el que se sustentan muchas verdades.[25] Cuando es el paradigma mismo el que cambia y no estas verdades, hablamos de un cambio de época. Y esto es lo que ha sucedido entre nosotros y nosotras en los últimos años.
Todo lo que se sustenta en el paradigma establecido se denomina ciencia normal o pensamiento dominante. Lo que se sale de ahí no es aceptado, más que en los tiempos de crisis, que vienen cuando al paradigma vigente ya no le caben más remiendos. El nuevo paradigma emergente, al principio es muy frágil e inseguro, pero en sus mejores intuiciones, es donde se va gestando la vida de Dios y sus propuestas de liberación. Quienes queremos seguir su proyecto, hemos de estar atentos a su espíritu “que sopla donde quiere y cuando quiere, y que aunque oímos su voz no sabemos de dónde viene ni a donde va”, como le dijera Jesús a Nicodemo, un amante de la tradición o del paradigma vigente y que, sin embargo, va a oscuras para consultarle a él, por dónde va el obrar de Dios en la nueva situación que desata su persona, en lo referente al ayuno y a su visión de Dios, del templo, del ser humano y del reino (Jn 3, 1-21). En esta perspectiva, creemos que nuestra época es un tiempo privilegiado para rescatar la eclesialidad de las CEBs a la luz del paradigma de la Iglesia de la Casa del cristianismo primitivo.

NUEVO CONTEXTO PARA LAS CEBs
Como se deduce de cuánto hemos dicho, es claro que las CEBs no estamos en los años ‘70, tiempo de su mayor esplendor, cuando eran bien vistas por amplios sectores de la jerarquía y de la vida religiosa; ni estamos en la década de los ‘80, cuando empezaron a ser consideradas como sospechosas y eran atacadas por “sus visos de comunismo.” Tampoco estamos en la década de los ‘90, en que la  indiferencia y el abandono por parte de las autoridades eclesiales y los asesores y asesoras, laicos y laicas, religiosas y religiosos, dio inicio a un proceso de confusión de su identidad, asimilándolas a los movimientos o grupos eclesiales, que todavía nos marca profundamente.[26] Estamos en un nuevo e inédito panorama global, tanto desde el punto de vista socioeconómico, político y cultural, como desde el punto de vista eclesial, en medio del cual las CEBs se sobreponen a los embates que contradicen sus principios inspiracionales.
Es en este contexto de confusión y debilitamiento, en el que se nos impone la tarea de volver a nuestros orígenes, de retomar el Concilio Vaticano II, a cincuenta y dos años de su realización, las Conferencias de Medellín y Puebla, de Santo Domingo y Aparecida, y el caminar de una creciente articulación que se ha fortalecido significativamente en los últimos años. Sobre todo, hemos de volver continuamente a las Comunidades Primitivas y al Movimiento de Jesús. No para vivir de la nostalgia o querer repetir el pasado, sino para recrearlo creativamente en nuestro actual contexto. Es lo que haremos a continuación, al hablar de la Iglesia de la Casa. 

C. COMUNIDADES ECLESIALES DE BASE E IGLESIA DE LA CASA
En este momento queremos acercarnos a la propuesta de la Iglesia de la Casa de las primeras comunidades cristianas, vinculándolas a la vida y misión de las Comunidades Eclesiales de Base. Al considerarlas como sus sucesoras más fieles, hemos de contestar la pregunta ¿por qué pasa tanto tiempo para que se concrete una propuesta eclesial que sintonice tan profundamente con la Iglesia de la Casa? Además, debemos esbozar algunas de las razones, positivas y negativas, por las que la reflexión sobre la Oikos Ekklesía (Iglesia de la Casa) nos parece una tarea impostergable.
La razón por la que pasan tantos siglos para que se concrete una propuesta como esta, la encontramos en el giro Constantino (314 dC), puesto que la Iglesia, al hacerse religión oficial del imperio, cuando este cayó tuvo que llenar este vacío de poder institucional, lo que impidió todo esfuerzo por encarnar una iglesia sencilla al estilo de la que vivieron las primitivas comunidades cristianas. Ahora bien, con los albores del Concilio Vaticano II (192-65), con su deseo de volver a los orígenes, concretamente a la palabra de Dios y a la patrística; y con los múltiples esfuerzos para su actualización en América Latina y el Caribe, especialmente a través de las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano en Medellín (1968) y Puebla (1979), se gestó el entorno favorable para la gestación de una propuesta eclesial que reiniciara la de la Iglesia de la Casa del cristianismo primitivo, por su sensibilidad hacia la realidad de los pobres, al mundo de los excluidos y a las injusticias sociales.

-        Desde una perspectiva positiva, conviene estudiar este tema, por el anhelo siempre nuevo en las CEBs de vivir con mayor radicalidad el proyecto de Jesús. Por los profundos conflictos entre diversos modelos eclesiales y con los movimientos, grupos, pastorales, ministerios y espiritualidades que experimentan nuestras comunidades en el seno de las parroquias. Porque sintoniza con la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Aparecida (2007), como invitación a una misión permanente a formar Casas Misión y Pequeñas Comunidades Eclesiales (que podemos llamar de base) y con la idea de una Iglesia en permanente salida al encuentro de los más pobres, para testimoniar el amor y la misericordia de Dios, como nos está pidiendo el papa Francisco. Porque vivimos en un túnel, en un mundo roto, desbocado, líquido y en la era del vacío, en los que nos urge una Iglesia en que se vivan relaciones de cercanía y amistad, y en la que la defensa de la vida no se oponga a la fe.

-        En una perspectiva negativa, este tema se hace necesario, porque constatamos que la Iglesia se nos está volviendo una casa fría, masiva, con grandes templos, que parecen teatros, donde miramos al escenario dándole la espalda al otro y la otra, con liturgias rígidas, jerarquía y lujos al estilo monárquico, etc., que poco tienen que ver con la Iglesia de Jesús. Por el proceso de involución, invierno eclesial y vacío profético (al menos de las grandes personalidades) que estamos viviendo y que no logra eclipsarse con los nuevos aires que inspira el papa Francisco. Pues, siguen entre nosotros y nosotras los mismos obispos, y los sacerdotes recién ordenados, en general vienen de una formación neoconservadora que añora el Concilio de Trento como vuelta a lo sacramental y a lo cultual. Por la cada vez más clara constatación de que nuestra estructuración eclesial en diócesis y parroquias no da más de sí si no se transforma ni responde a nuestro desafiante contexto, eminentemente urbano.

El movimiento de Jesús cambia la centralidad del templo por la Iglesia de la Casa. En la sociedad romana, estructurada bajo la institución familiar, los cristianos se organizan como Iglesia familia, que se reúne en las casas (Iglesia de la Casa), a las que constituyen como centro de su propuesta. En la nueva Iglesia, asamblea de los convocados, que es mucho más que el templo, participaban mujeres, niños, esclavos y parientes lejanos. Era una especie de familia extendida, algo así como el equivalente en nuestras zonas urbanas a un barrio o sector. La “Iglesia doméstica” es tan importante en la reflexión teológica sobre la Iglesia, que llegan a llamarse Casa de Dios. Esta conciencia de ser Iglesia Familia más la de la catolicidad fue lo que dio el éxito a la Iglesia en medio del Imperio romano.
A estas iglesias primitivas se las llama Iglesia comunión. No es una sola iglesia, sino que son diversas comunidades, con una fe que las une. Cada una es distinta, pero se sienten unidas por las notas que la caracterizan como la Iglesia de Jesús: oración, comunión, fracción del pan, solidaridad, evangelización. Tal como lo expresa con meridiana claridad Hch 2, 42-46, se distinguen por:
-        su apostolicidad, siguen las enseñanzas de los que conocieron a Jesús y convivieron con él;
-        la comunión, están dirigidas por el Espíritu de Jesús y comparten los bienes, las ideas, los sentimientos y el obrar;
-        la fracción del pan, hacen memoria de Jesús, pan partido para la vida del mundo, y se convierten en pan para alimento de la humanidad;
-        las oraciones, están conectadas con la fuente de la vida y el amor para poder así animar la concreción del proyecto del Reinado de Dios; y
-        la solidaridad, hacia lo interno de la comunidad y hacia su exterior.
Realidades que están muy vivas y presentes en las Comunidades Eclesiales de Base.

Una imagen hermosa que expresa la vida de estas comunidades, la encontramos en 1 Cor 12,12-14, cuando se habla de quienes se reúnen en el nombre de Jesús como su cuerpo. De donde brotan la importancia de nuestra relación con Él, que es la cabeza y con su Espíritu, que nos anima como cuerpo suyo; la valoración de la diversidad en la unidad; la solidaridad en el dolor y en la alegría; la complementariedad en las tareas, la reciprocidad y corresponsabilidad con los desafíos que tenemos por delante; y el sentido de pertenencia de los diversos ministerios y servicios a algo mayor, el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Consideramos que aunque en pequeño, también las CEBs son esta Iglesia en la que se han de integrar las pastorales, los ministerios y los grupos.

CARACTERÍSTICAS DE LA ‘IGLESIA DE LA CASA’
Las Iglesias de la Casa, se caracterizan por ser: iglesias comunión, comunidades insertas en su contexto histórico social, iglesias en la casa, viven en conflicto y son perseguidas, son misioneras y solidarias, están guiadas por el Espíritu Santo y son comunidades ministeriales.[27] En este momento, veremos cómo estas notas se dan en las comunidades primitivas y cómo se actualizan en el magisterio sobre las CEBs.

1.      Son iglesia comunión
       La iglesia de los años 30 al 135 dC., se caracterizó por ser una Iglesia comunión, con un fuerte componente escatológico, como instauración próxima del reinado de Dios. La misma, era sumamente plural, reflejando diversas tendencias: la tradición del Discípulo Amado, la de Santiago, la petrina, la paulina, etc., con propuestas bien diferenciadas, aunque unidas en lo fundamental y con un profundo sentido de comunión y articulación entre sí.
       En esta dirección podemos entender el interesante acercamiento entre la parroquia y las Comunidades Eclesiales de Base como Iglesia de la Casa, que sugiere el Papa Francisco a propósito de la necesaria transformación de la parroquia de una realidad territorial e institucional a un espacio existencial y relacional, cercano a la vida de las personas: La parroquia no es una estructura caduca; precisamente porque tiene una gran plasticidad, puede tomar formas muy diversas que requieren la docilidad y la creatividad misionera del Pastor y de la comunidad. Aunque ciertamente no es la única institución evangelizadora, si es capaz de reformarse y adaptarse continuamente, seguirá siendo «la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas». Esto supone que realmente estén en contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no se convierta en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos.”[28]
       En el espíritu de esta reflexión, la parroquia desciende a los hogares de las personas en la Iglesia de la Casa. Así, ella adquiriría más claramente su identidad de comunidad de comunidades y las diócesis transparentarían mejor su carácter de iglesia local, con rostro propio y particular, siempre en comunión e interrelación con las demás iglesias locales, en las que la participación y la ministerialidad eclesial concretizan un cambio estructural a lo interno de la Iglesia. De hecho, las críticas que más adelante plantea el papa Francisco a las parroquias: “todavía no han dado suficientes frutos en orden a que estén todavía más cerca de la gente, que sean ámbitos de viva comunión y participación, y que se orienten completamente a la misión”,[29] están muy en la línea de aquellos elementos que se viven con tanta fuerza en las Comunidades Eclesiales de Base.

2.      Son comunidades insertas en su contexto histórico social
       En tiempo de los romanos, la familia era la célula básica de la sociedad. Por eso la asumen las comunidades primitivas, conscientes de sus luchas y esperanzas. Trabajan allí por expandir la solidaridad, el amor y la justicia, acogiendo los más bellos anhelos de los hombres y mujeres de su tiempo. En la carta enviada por el papa Francisco a los participantes del XIII Intereclesial, nos exhortaba: “a vivirlo como un encuentro de fe y de misión, de discípulos misioneros que caminan con Jesús, anunciando y testimoniando a los pobres la profecía de «nuevos cielos y nueva tierra»”, llamándonos, en sintonía con el lema del encuentro: “Justicia y profecía al servicio de la vida,” a asumir el gran desafío que las CEBs tienen hoy como Iglesia en la base: “Queridos amigos, la evangelización es un deber de toda la Iglesia, de todo el pueblo de Dios: todos debemos ser peregrinos, en el campo y en la ciudad, llevando la alegría del Evangelio a cada hombre y a cada mujer. Deseo desde lo profundo de mi corazón que las palabras de san Pablo «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1 Cor 9, 16) resuenen en el corazón de cada uno de ustedes.”[30]

3.      Son iglesia en la casa “Kat’ oikon ekkesía”
       No es una iglesia de masas (Rom 16,2-5. 23; Fil 2; Col. 4,15, 1 Cor 16,19; Hch 2,42-46), sino iglesias domésticas, pero no como la entendemos hoy, pues incluía a los esclavos, a los dueños de la casa, a los hijos, a los allegados, etc. Se trataba de un pequeño clan, que vivía en el mismo entorno. Es curioso, que en este contexto, los cristianos y cristianas no necesitaron la creación de un templo para reunirse, sino que se encontraban en la casa de uno de los y las integrantes de la comunidad, que era el verdadero templo de Dios. Allí donde está reunida la comunidad es el templo. Como afirma José Sánchez, citando al Obispo Don Arturo Lona: “Las Comunidades Eclesiales de Base no son un Movimiento de Iglesia, sino que son la Iglesia en movimiento.”[31] Razón por la cual, nuestros obispos en la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín, insistieron en que todos nuestros esfuerzos pastorales han de orientarse a la transformación de estas comunidades en “familia de Dios,” como núcleo de una fraternidad real donde se viven la fe, la esperanza y la caridad: La Comunidad cristiana de base es así el primero y fundamental núcleo eclesial, que debe en su propio nivel responsabilizarse de la riqueza y expansión de la fe así como del culto que es su expresión. Ella es, pues, célula inicial de estructuración eclesial, y foco de evangelización, y actualmente factor primordial de promoción humana y desarrollo” (DM 15,10).[32]

4.      Son comunidades en conflicto y perseguidas
       Eran iglesias que vivían en conflicto, tanto internos, por las luchas de poder entre las diversas corrientes, la presión de los judaizantes, la resistencia de algunos hermanos y hermanas para entregar sus bienes; como externos, que hacen de las distintas iglesias comunidades martiriales y perseguidas, por la presión de los estándares romanos (el patriarcado, el culto al emperador y el servicio militar obligatorio), y por su cada vez más marcado distanciamiento del judaísmo. Los y las integrantes de las Comunidades Eclesiales de Base, han sido perseguidos y han vivido en conflicto hasta el martirio, como bien reconocen nuestros obispos latinoamericanos en el documento de Aparecida: “En la experiencia eclesial de algunas iglesias de América Latina y de El Caribe, las Comunidades Eclesiales de Base han sido escuelas que han ayudado a formar cristianos comprometidos con su fe, discípulos y misioneros del Señor, como testimonia la entrega generosa, hasta derramar su sangre, de tantos miembros suyos” (DA 178).[33] Constatando, además, que en ellas se vive la experiencia de las primeras comunidades, tal como están descritas en los Hechos de los Apóstoles 2, 42-47.

5.      Son comunidades misioneras y solidarias
       Que viven una interesante tensión entre el permanente deseo de salir a evangelizar hasta los confines de la tierra y el esfuerzo para mantener la cohesión interna y las relaciones cercanas y familiares. Además, son comunidades con una fuerte práctica de la solidaridad, con sus miembros y con los y las pobres, viudas y huérfanos. También con las comunidades más necesitadas. Realidad, que rescata el papa Francisco en las Comunidades Eclesiales de Base, cuando en la Evangelii Gaudium 29 afirma que: “las Comunidades Eclesiales aportan un nuevo fervor evangelizador y una capacidad de diálogo con el mundo que renuevan la Iglesia,”[34] admirando su potencial misionero y evangelizador, en una perspectiva respetuosa de los procesos, las personas y los lugares que son evangelizados. Sobre su carácter eminentemente misionero, indican nuestros obispos en el Documento de Aparecida, que estas despliegan su compromiso evangelizador en la búsqueda de los más alejados y sencillos y sobre todo, en su opción preferencial por los y las pobres (DA 179).

6.      Son comunidades guiadas por el Espíritu Santo
       Es el Espíritu de Jesús el que les da fuerza para que puedan salir, discernimiento para entender lo que en las Escrituras se refería a Jesús y valor para superar el miedo y encarnar su propuesta en un contexto sumamente adverso. La presencia del Espíritu es tal en las vidas de las comunidades de los Hechos, que podemos llamarlas comunidades del Espíritu Santo. El documento conclusivo de Puebla, nos recuerda que en las CEBs: “El cristiano vive en comunidad bajo la acción del Espíritu Santo, principio invisible de unidad y comunión,” (DP 638).[35] Cuando estas están bien constituidas, hacen posibles nuevas relaciones interpersonales en la fe, la profundización de la Palabra de Dios, la participación en los sacramentos y un mayor compromiso de sus integrantes con la realidad social de sus ambientes (DP 640). Dicho de otro modo, la vida del Espíritu Santo, se manifiesta en las CEBs, como una cada vez más creciente fidelidad al proyecto de Jesús: “Los cristianos unidos en Comunidad Eclesial de Base, fomentando su adhesión a Cristo, procuran una vida más evangélica en el seno del pueblo, colaboran para interpelar las raíces egoístas y consumistas de la sociedad y explicitan la vocación de comunión con Dios y con sus hermanos, ofreciendo un valioso punto de partida en la construcción de una nueva sociedad, ‘civilización del amor’” (DP 643).

7.      Son comunidades ministeriales
       En que la autoridad es compartida y se ejerce en función de la unidad más que de la subordinación. Las personas participan y descubren sus talentos, que ponen al servicio del reino y de la comunidad. Se establecen ministerios que podríamos llamar eclesiales y otros, que son más bien de carácter social, pues están más en la línea del servicio a los más necesitados y necesitadas. Solo tardíamente estos ministerios se van a ir estrechando, conforme se va estableciendo la llamada Gran Iglesia. Son además, comunidades que van al mundo conocido, expandiendo la propuesta del Reinado de Dios y una forma diferente de relacionarnos con él. Los concilios son un espacio fundamental para la toma de decisiones.

El documento conclusivo de Puebla, considera las CEBs como auténticas escuelas que permiten al pueblo sencillo acceder a un mayor conocimiento de la Palabra de Dios, al compromiso social en nombre del evangelio y al surgimiento de nuevos ministerios laicales. (DP 629). En las Comunidades Eclesiales de Base existe una gran diversidad de ministerios, que incluso varían significativamente de una comunidad a otra, porque nacen en función de las realidades propias de cada una. Según nuestros obispos confirmaron en Aparecida: “Son fuente y semilla de variados servicios y ministerios a favor de la vida en la sociedad y en la Iglesia.” (DA 179).
Sin embargo, con la institucionalización de la Iglesia esta base estructural de la Iglesia de la Casa desapareció. Con el paso del tiempo, se pasa de una iglesia eminentemente comunitaria a una iglesia territorial, cultualista, clerical y de administración de sacramentos. En este proceso, podemos distinguir con claridad tres etapas:
-        La presencia de los Apóstoles: grandes líderes carismáticos que les dan unidad y quienes son la conexión visible con la persona de Jesús.
-        La ausencia de los apóstoles: que genera una profunda desorientación, donde nace la necesidad de guardar su memoria. Y
-        El proceso de institucionalización: que sigue dos corrientes: la carismática de los profetas y maestros y la de los oficios establecidos: obispo, presbíteros y diáconos. Esta última, termina imponiéndose.
La parroquia, que quiso solucionar este problema cuando la sociedad se empieza a urbanizar, terminó generando una visión jerárquica, territorialista, canonicista y sacramentalista del cristianismo. El contexto actual es propicio para recuperar la vitalidad de la experiencia cristiana de la Iglesia doméstica como Iglesia de la Casa, apuntando una forma alternativa de relacionarnos como comunidad creyente y de ser Iglesia de Jesús. Consideramos que, recuperar esto en el contexto de la Misión Permanente como propuesta encarnada e intercultural de evangelización, es uno de los más grandes y apremiantes desafíos que tenemos como CEBs en el presente.
Asumir este desafío, nos permite subrayar la eclesialidad de las Comunidades Eclesiales de Base en su sentido más profundo. Como ya hace mucho tiempo, nos aconsejó el papa Juan Pablo II en una de sus visitas pastorales a Brasil, nuestro acompañamiento pastoral a las CEBs ha de orientarse al reconocimiento de su eclesialidad, porque: “Ser eclesiales es su marca original y su modo de existir y actuar.”[36] De ahí que nos animara a encarnar una actitud valiente para mantener en toda su pureza la dimensión eclesial de estas comunidades. Igual concepción externó el Cardenal J. Salazar, en su homilía en el Primer Encuentro Regional de CEBs de Occidente, celebrado en 1992, en Guadalajara, México: Las CEBs han de ser una experiencia comunitaria integral (total) de Iglesia en pequeño. Por eso en ellas no deben faltar la Palabra de Dios, la oración, los sacramentos y en particular la eucaristía, las relaciones fraternas, los ministerios y servicios a los demás, la comunión con los pastores, el compromiso a favor de los derechos humanos y de la justicia”.[37]
Estos son los elementos constitutivos de la Iglesia, por lo que podemos decir con José Sánchez que las CEBs son un nivel de Iglesia, son la Iglesia en su dimensión más pequeña. Ellas “no son toda la Iglesia, pero son la Iglesia toda. […] En ellas, aunque en pequeño, subsiste la Iglesia de Cristo. Con toda propiedad puede afirmarse que en ellas reinicia el nivel de la Iglesia Doméstica” (kat’ oikon ekklesía) del Nuevo Testamento.”[38] En las palabras de Don Fernando Panico, en la Carta final del XIII Intereclesial de las CEBs del Brasil al pueblo de Dios:Las CEBs son una forma de ser de la Iglesia. Las CEBs son el modo “normal” de la Iglesia ser. Modo normal del pueblo de Dios responder en el hoy a la propuesta de Jesús: ser comunidad al servicio de la vida.”[39]
Desde aquí es que propongamos su reconocimiento jurídico como Iglesia, tal como lo planteó Karl Rahner el pasado siglo, al sugerir la transformación de las parroquias a partir de comunidades de base. Según su parecer, cuando estas comunidades alcanzan un cierto nivel de estabilidad adquieren el derecho a ser reconocidas por la Iglesia diocesana y por la universal como Iglesia de Cristo: “Si a partir de los cristianos mismos se constituyen comunidades vivas, si tienen y alcanzan una cierta estructura, una cierta firmeza y estabilidad, tienen tanto derecho como una parroquia territorial a ser reconocidas como elementos básicos de la Iglesia, como Iglesia, por la Iglesia del obispo y por la Iglesia universal. […] A medida que se vayan intentado y probando desde abajo de un modo experimental, podrían irse formando lentamente ciertos tipos fundamentales de comunidades de base, que llegarían a tener una estructura, reconocida desde arriba, incluso canónicamente, y por tanto, también una mayor estabilidad, y representarían ejemplos provechosos para otros casos”.[40]
Esto se hace urgente en un mundo en el que ya no somos más cristianos y cristianas por ósmosis sociológica o por herencia cultural, sino que estamos llamados a serlo por opción de fe. Lo cual solo es posible si pasamos de comunidades territoriales como lo son las parroquias, a comunidades reales como lo son las Comunidades Eclesiales de Base donde de verdad se encarne el cristianismo.

D. A MODO DE CONCLUSIÓN, ALGUNOS DESAFÍOS
En una sociedad donde prima el individualismo y la aceleración de la vida, donde nadie conoce a nadie, la gente tiene hambre de comunidad, de una iglesia que sea cercana, donde se den lazos familiares, y a la vez donde se cultive la solidaridad y el amor a los más necesitados. No se trata tanto de una iglesia institucional o territorial, sino de una iglesia familia, la Iglesia de la Casa que encarnaron las primitivas comunidades cristianas, y que en la actualidad reaparece en las Comunidades Eclesiales de Base. Creemos que el rescatar la Oikos Ekklesía nos posibilita resituar a las CEBs en el nuevo contexto, superando el enquistamiento y la parroquialización que hoy viven la mayoría de nuestras comunidades. Esta puede ser la concreción de una experiencia clave del sueño de una iglesia pequeña, comunión de comunidades plurales, en que la relación es más importante que la institución.
Para ello es necesario, que como se afirmó en el XIII intereclesial, a partir de los diversos gritos y propuestas, profundicemos en nuestros respectivos contexto, las características fundamentales de la Iglesia de la Casa:
-        el que seamos Iglesia comunión, en la que la articulación  no se vive por la supresión de la diversidad, sino como comunión en una misma fe;
-        el que seamos comunidades martiriales y perseguidas, que viven los conflictos propios de la fe en Jesús en una cultura que tiende a negar su propuesta de amor y justicia;
-        que permanezcamos cada vez más insertos en nuestro contexto histórico social, siendo allí fermento en la maza de una nueva sociedad, cercanos a las luchas y esperanza de los hombres y mujeres de nuestro tiempo;
-        que afirmemos con decisión nuestra clara identidad de ser iglesia en la casa “Kat’ oikon ekkesía”, no tanto una iglesia de masas, definida por el templo como espacio sagrado, sino una iglesia pequeña y sencilla, definida por las relaciones de hermandad y sororidad;
-        que nos reconozcamos como comunidades misioneras y solidarias, tanto a lo interno como también a lo externo, en referencia a los múltiples contextos en los que nos encontramos;
-        que nos sepamos guiados por el Espíritu Santo, descubriendo su querer en una realidad compleja y difícil, discerniendo los signos de los tiempos que hacen más presente el reinado de Dios y apostando por relaciones ecuménicas;
-        y finalmente; que seamos cada vez más comunidades ministeriales, en las que el servicio de la autoridad es compartido y se potencian los diversos talentos de las personas, haciendo nacer constantemente nuevos ministerios.

A partir del texto de Hechos 2,42-46, creo que podemos mostrar una respuesta desde la vida de las CEBs a los cinco procesos emblemáticos de nuestra actual sociedad:
-        Ante los procesos de individuación, conscientes de que su más grave consecuencia es el desarraigo en que viven las personas, proponer la vida comunitaria que nos enraíza, porque nos permite sentir que pertenecemos a algo mayor.
-        Ante las nuevas subjetividades en una cultura somática, cultivar la vida interior, como camino de una salvación integral que nos ayude a superar el cambio constante de identidades y el énfasis desmedido en la exterioridad.
-        Ante la revolución tecnológica e informática, pensar en relaciones cálidas y cercanas que tejan verdaderos lazos de humanidad.
-        Ante la globalización que va homogeneizando las culturas por medio de la transculturación, hemos de avanzar hacia relaciones interculturales que respeten la diversidad y la vean más que como amenaza, como la múltiple manifestación del rostro de Dios.
-        Ante el neoliberalismo, que se presenta como el único modelo posible de organizar los bienes de la casa, que excluye a dos terceras parte de la humanidad y que ha provocado la mayor crisis mundial, se impone el imperativo de generar pequeñas experiencias de economía solidaria bajo el principio de la diaconía, que desde lo micro apunten a una macro organización de nuestras relaciones económicas. 

En resumen, a nuestro modo de ver, esto supone cinco desafíos, que podemos expresar con cinco palabras generadoras que nos relanzan e impulsan:
1.      Resistencia: Mantenernos fieles al espíritu de las CEBs en medio de un contexto difícil. Lo que supone, hacer memoria del pasado sin amilanarnos ante los retos del futuro. El ejercicio del liderazgo como servicio, con conciencia ministerial, que aunque no es reconocido por la iglesia oficial, si lo es por Dios y por Jesús.
2.      Audacia: Capacidad de insertarnos en los nuevos espacios que va abriendo la Iglesia y hacerlo desde nuestro ser. Hemos de entrar en la Misión Continental sin que se diluya nuestra identidad.
3.      Comunión: Saber que somos la iglesia en la base, pero tener claro que pertenecemos a una Iglesia más amplia. Mantener los espacios de interrelación entre diversas iglesias, a través del fortalecimiento de las redes de articulación.
4.      Espiritualidad: Potenciar la mística y la profecía. Vivir con radicalidad la espiritualidad de las CEBs y denunciar nuestra infidelidad al evangelio lo mismo que la de nuestra Iglesia y la de nuestra sociedad.
5.      Identidad: Mantener la plena conciencia de que somos iglesia en la base, más abajo que la parroquia. No somos un movimiento más dentro de la Iglesia. Vivir el hecho de que en una Comunidad Eclesial de Base, está presente la Iglesia de Cristo: una, santa, católica y apostólica, y desde aquí, potenciar la formación, la celebración y el encuentro. 

Consideramos que todo ello, y con esto queremos terminar nuestra reflexión, nos llevará como CEBs a cultivar una sana responsabilidad, individual y colectiva, con el momento que nos ha tocado vivir: para con nuestra Iglesia, que quiere ser la Iglesia de Jesús, y para con nuestra sociedad, que a pesar de sus contradicciones, puja por convertirse en Reinado de Dios.

Recibido en enero de 2015.


[1] Karl Rahner, Cambio estructural de la Iglesia, Ediciones Cristiandad, Madrid 1974, p. 132.
[2] Texto que se hace más significativo si lo confrontamos con la alocución que hizo el papa Francisco a los misioneros y misioneras del Camino neocatecumenal a propósito de su envío a China. Todo parece indicar que estamos en otra Iglesia o por lo menos en otro tiempo.
[3] Cf. Papa Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, Amigo del Hogar, Santo Domingo 2014.
[4] José Sánchez, La comunidad Eclesial de Base en un mundo globalizado, Palabra Ediciones, México 2006, p. 11.
[5] Cf. Néstor García Canclini, La globalización imaginada, Paidós, Buenos Aires 2008, p. 57-58.
[6] Ernesto Sábato, El túnel, Industria Gráfica, Barcelona 2000, 123.
[7] Cf. Benjamín González Buelta, Orar en un mundo roto, Amigo del Hogar, Santo Domingo 2002, p. 8-10.
[8] Zygmunt Bauman, Modernidad Líquida, Fondo de Cultura Económica, Argentina 2000, p. 27.
[9] Cf. Anthony Giddens, Un mundo desbocado, Taurus, Madrid 2000, p. 26.
[10] Cf. Gianni Vattimo, O fim da modernidade: niilismo e hermenêutica na cultura pós-moderna, Martins Fontes, São Paulo 2002.
[11] Zygmunt Bauman, Modernidad Líquida, Op. Cit., p. 8.
[12] Cf. Gilles Lipovetsky, La era del vacío, Anagrama, Barcelona 1987, p. 75. 78.
[13] Cf. Zygmunt Bauman, Modernidad Líquida, Op. Cit., p. 59-97.
[14] Cf. Paula Sibilia, La intimidad como espectáculo, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires 2009.
[15] Cf. Ibíd., p.130.
[16] Cf. Umberto Galimberti, Psiche e techne. O homem na idade da técnica, Paulus, São Paulo 2006.
[17] Cf. Ulrich Beck, ¿Qué es la globalización?: falacias del globalismo, respuestas a la globalización, Paidós, Barcelona 1998, p. 33-39.
[18] Cf. David Harvey, O neoliberalismo: história e implicações, Loyola, São Paulo 2008, p. 12.
[19] Cf. José María Mardones, Postmodernidad y cristianismo, Sal Terrae, Santander
[20] Cf. Anthony Giddens, Un mundo desbocado, Taurus, Madrid 2000, p. 26.
[21] Cf. Alain Touraine, Após a crisis, Vozes, Petrópolis 2011, p. 17.
[22] Cf. Anthony Giddens, Op. Cit., p. 28.
[23] Cf. Márcio Fabri Dos Anjos, Teología y nuevos paradigmas, Mensajero Bilbao 1999, p. 9.
[24]Cf. Luiz Bernardo Leite Araújo, Consideraciones sobre el término “paradigma”, en Teología y nuevos paradigmas, Op. Cit., p. 17. Según este autor, el término paradigma vienen a ser “un horizonte de comprensión o lugar cultural que expresa la unidad más o menos organizada y coherente a partir de la cual pensamos, valoramos y asumimos la realidad” (Ibíd., p. 22.).

[26] Cf. José Sánchez, Op. Cit., p. 10-11.
[27] Cf. José Sánchez, Op. Cit., p. 21-26.
[28]Papa Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, n. 28. El acento por medio de las negrillas es mío.
[29]Ibidem.
[30] Papa Francisco, Mensaje a las CEBs de Brasil, reunidas en el XIII Intereclesial de CEBs do Brasil, celebrado del 7 al 11 de enero de 2014 en Joazeiro do Norte, Diócesis de Crato, Brasil.
[31]José Sánchez, Op. Cit. p. 127-128.
[32] II Conferência Geral do Episcopado Latino-Americano, A igreja na atual transformação da América Latina a luz do Concílio, conclusões de Medellín, Vozes, Petrópolis 1969.
[33] V Conferência Geral do Episcopado Latino-Americano, Documento de Aparecida, Paulinas, São Paulo 2007.
[34]Papa Francisco, Exhortación apostólicaEvangelii gaudium, n. 29.
[35]III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla,  Documento Conclusivo, PPC, Madrid 1979.
[36] Juan Pablo II, citado por los obispos de Brasil en el documento: Los obispos y las Comunidades Eclesiales de Base, México 1993, n. 19.
[37] Cardenal J. Salazar, Homilía pronunciada en el Primer Encuentro Regional de CEBs de Occidente, Guadalajara, México 1982.
[38]José Sánchez, Op. Cit., p. 128.
[39]Fernando Panico, Carta final do 13º Intereclesial de CEBs do Brasil ao povo de Deus, celebrado del 7 al 11 de enero de 2014 en Joazeiro do Norte, Diócesis de Crato, Brasil.
[40] Karl Rahner, Cambio estructural de la Iglesia, Op. Cit., p. 143. El subrayado en negrilla es mío.