miércoles, 14 de diciembre de 2011

VOCACIÓN Y MISIÓN DE LAS CEBs Equipo Marins

V O C A C I O N   Y   M I S I O N   D E   L A S   C E B s



Equipo Marins. Recibido en nov. de 2011.



CONTENIDO

1         Contexto histórico del surgimiento de las CEBs

2         La eclesiología de comunión de Vaticano 2º

3         Referencia a la Iglesia primitiva de las CEBs

4         Las CEBs en el Magisterio de la Iglesia

5         Las CEBs célula de la estructuración eclesial

6         Las CEBs son focos de evangelización

7         Las CEBs factor primordial de promoción humana y desarrollo

8         Las CEBs expresión del amor preferencial de la Iglesia por el pueblo sencillo

9         El gran reconocimiento de las CEBs en Aparecida (2007)

10     Conclusión acerca de las CEBs en los textos del Magisterio

11     Las CEBs como expresión viva de la koinonía

12     La koinonía del Nuevo Testamento como esperanza de las CEBs

13     Las CEBs modelo de Iglesia

14     CEBs y misión

15     CEBs y Opción por los pobres

Bibliografía





1.  CONTEXTO HISTÓRICO DEL SURGIMIENTO DE LAS CEBS

                Las Comunidades Eclesiales de Base tienen una historia bastante reciente, alrededor de cuarenta años, pero, a pesar de estos pocos años, se podría afirmar que las CEBs son una de las más importantes contribuciones recientes de América Latina a la práctica pastoral de la Iglesia Católica en todo el mundo. Para entender mejor a las CEBs, hay que recordar sus inicios en el contexto de la sociedad latinoamericana e Iglesia.

                A nivel social, la pobreza afectaba a las grandes mayorías de A.L. En especial los campesinos eran los más abandonados, lo que motivó las migraciones masivas del campo a la ciudad, provocando el surgimiento de megápolis. La teoría desarrollista atribuye a los azares de la historia la causa de las diferencias Norte – Sur, sin tomar en cuenta a la dependencia y a las injustas relaciones internacionales. Una iniciativa significativa al respecto, fue la "Alianza  para el progreso" entre Usa y nuestros países promovida por J. F. Kennedy.

                En cuanto a la situación política a nivel internacional son los años de la guerra fría entre occidente y oriente, reflejada en nuestro continente por un lado por las dictaduras militares,  difundidas en muchos países y sustentadas en la  “Doctrina de la seguridad del Estado”, y por el otro la revolución cubana (1959) y el crecimiento movimientos izquierdistas: Che Guevara (1967).

                A nivel religioso y eclesial, se está viviendo todo el fermento del Concilio Vaticano II, el soplo del Espíritu que impulsa la gran renovación de la Iglesia. La Iglesia redescubre su ser Pueblo de Dios y se abre al mundo, los fieles tienen acceso a la Biblia, y se acoge con entusiasmo la reforma litúrgica. Por otro lado, entra en crisis la parroquia tradicional, se nota una falta de clero nativo, paliada por la llegada de sacerdotes diocesanos “Fidei Donum” (1957 - Pio XII). Afluyen y surgen en gran número movimientos, grupos y sectas religiosas en su mayoría proselitistas y anticatólicas.



2.  LA ECLESIOLOGÍA DE COMUNIÓN DEL VATICANO II

                La nueva visión de Iglesia comunión y participación del Vaticano II llevó cambios muy profundos en nuestra Iglesia en A.L. y El Caribe. El numeral 369 de Aparecida al respecto afirma: “Encontramos el modelo paradigmático de esta renovación comunitaria en las primitivas  comunidades cristianas (cf. Hechos 2, 42-47), que supieron ir buscando nuevas formas para evangelizar de acuerdo con las culturas y las circunstancias. Asimismo, nos motiva la eclesiología de comunión del Concilio Vaticano II, el camino sinodal en el postconcilio y las anteriores Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano y de El Caribe. No olvidamos que, como nos asegura Jesús, “donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20) (cfr. NMI 20)”.  Medellín, en particular, no se limita a la aplicación del Vaticano II en nuestras Iglesias, sino que lo relee e interpreta a partir de la realidad del continente, que se caracteriza por ser un continente pobre y cristiano, en contradicción con la misma enseñanza cristiana. Este espíritu conciliar de comunión desde la conciencia de la pobreza del continente latinoamericano tuvo ya, casi al final del concilio, un hito en el llamado “pacto de las catacumbas”[i], cuando unos cuarenta padres sinodales latinoamericanos encabezados por Monseñor Helder Cámara, asumieron el compromiso de vivir como una iglesia servidora y pobre en comunión con los pobres. Allí estaba en ciernes el comienzo de lo que posteriormente se ha ido desarrollando, particularmente en las CEBs, como una iglesia comunitaria desde los pobres y para los pobres.

Es en ese contexto y espíritu eclesial donde surgieron las CEBs. Los inicios han sido muy humildes, en general por iniciativa de algún agente de pastoral que encontró un eco favorable en la gente. En la mayoría de los casos han nacido como un grupo bíblico, de oración, o en respuesta a necesidades de la gente pobre (problemas del barrio o de la comunidad campesina, servicios básicos, la medicina alternativa, la ecología, etc.). Sólo después de haber recorrido un buen camino, esos bautizados fueron motivados para asumir la convocatoria del nacimiento de la Iglesia de base. Posteriormente, muchas comunidades fueron fundadas por ellos y luego confirmadas por sus pastores.

Las Asambleas Generales del Episcopado Latinoamericano y Caribeño, de Medellín a Aparecida, reconocieron a las CEBs como la primera instancia eclesial, el nivel más cercano a la vida y realidad de la gente. Las CEBs son el nivel o la instancia de base de la Iglesia, donde la estructura eclesial parroquial no está llegando de modo continuado y efectivo.

                Ellas no son una mera propuesta pastoral de vida comunitaria, ni un “milagroso” antídoto al avance de las sectas. Tampoco hay que esperar que provoquen una exitosa vuelta pastoral de los bautizados al modelo eclesial parroquial, como actualmente existe.



3.  REFERENCIA A LA IGLESIA PRIMITIVA DE LAS CEBS

Las CEBs corresponden a la referencia comunitaria más antigua y más nueva de la Iglesia. Las comunidades eclesiales, al igual que la parroquia y la diócesis, son la Iglesia de Jesucristo en un lugar determinado, la Iglesia Sacramento (LG 1). Este contenido de fe,  que emerge de la revelación, se estructura y actúa según un modelo histórico, que no solamente cambia, sino que debe ser constantemente revisado y oportunamente modificado, según las realidades donde se encuentra la comunidad eclesial, a fin de que ella sea luz, sal y fermento en donde se ubica.

Se inscriben  en la lógica del seguimiento de Jesús, el discipulado, como su pequeña comunidad local servidora y misionera (sacramental, LG 1), como señal y primicia  del Reino. Las CEBs cuentan siempre con María, la fiel seguidora de su Hijo Jesús y madre nuestra (Juan. 19, 25-27), que también en su canto (Lucas 1, 46-56)  hace la opción por los pobres,  para que haya vida digna para todos sus  hijos.

Son la Iglesia de la casa, del libro de los Hechos (12,12) y de las Cartas Paulinas (Romanos 16,3-5; 1 Corintios 16,19).  En ese sentido son constitutivas de la Iglesia naciente, no en sus diferentes modelos históricos, sino en su contenido de fe.



4.  LAS CEBs EN EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA

Las CEBs, como la más nueva propuesta de Iglesia, están fundamentadas en el Magisterio del Santo Padre y en las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano y Caribeño. Desde Pablo VI hasta Benedicto XVI, desde Medellín hasta Aparecida, las CEBs han constituido uno de los ejes temáticos de la eclesiología posconciliar, particularmente en América Latina, donde las comunidades eclesiales de base son la “Iglesia sacramento del reino” en su expresión menor.  Las Conferencias Generales de Medellín (1968), Puebla (1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (2007), el magisterio papal de Pablo VI (Evangelii Nuntiandi), Juan Pablo II (Christifideles Laici, 1988 y Redemptoris Missio, 1990), y de Benedicto XVI, así como el documento Libertatis Conscientia (de la Congregación para la Doctrina de la fe, 1986) y algunas proposiciones del último Sínodo de la Palabra (2008, n.21-22) son reflejo de la valoración y trascendencia que las CEBs tienen para los obispos y para la Iglesia contemporánea, pues en todos esos documentos y otros de la Iglesia Universal[ii] se ha ido afianzando su identidad y su misión, aun en medio de reflexiones críticas, hasta ser consideradas como: 1) La célula inicial de estructuración eclesial, 2) Foco de la evangelización, 3) Factor primordial de promoción humana y desarrollo (Medellín, Conclusiones finales n. 10) , 4) Expresión del amor preferencial de la Iglesia por el pueblo sencillo (Puebla, 643), y 5) Fuente y semilla de variados servicios y ministerios a favor de la vida en la sociedad y en la Iglesia (Aparecida, 179).



5.  LAS CEBs, CÉLULAS DE ESTRUCTURACIÓN ECLESIAL

El documento de Medellín en su “Pastoral de Conjunto” (N. 10) afirma que las CEBs son la célula inicial de estructuración eclesial. El alcance de esta concepción es fundamental para el desarrollo posterior de las comunidades eclesiales. Al considerarlas como una célula ésta lleva consigo la idea de un organismo vivo y básico, que contiene en sí, a pesar de su pequeñez, toda la información genética del cuerpo total, en el cual desempeña una función específica como cualquier célula. Se trata pues de una célula de la Iglesia total, es en sí misma Iglesia y en ella está toda la Iglesia. Por eso, se dice también que “La vivencia de la comunión a que ha sido llamado, debe encontrarla el cristiano, en su comunidad de base”. Desde aquí se orienta la correcta comprensión del término “base”, no en el sentido de que se establezca una contraposición entre la base y la cúpula de una construcción jerárquica, sino en cuanto constituye un elemento indispensable y fundamental para la existencia del organismo total y para la vida y funciones del mismo.

La vivencia intensa de la comunión es un rasgo singular de las CEBs. Así lo reconoce la Evangelii Nuntiandi, n. 58: “Nacen de la necesidad de vivir todavía con más intensidad la vida de la Iglesia” y por ello se va haciendo un  esfuerzo pastoral de la Iglesia orientado a la transformación de esas comunidades en “familia de Dios” (Medellín, 10). En esa misma línea se ratifica la Conferencia de Puebla, indicando que las CEBs posibilitan “una intensa vivencia de la realidad de la Iglesia como familia de Dios” (Puebla 239) que integra familias, adultos y jóvenes, en íntima relación interpersonal en la fe (Puebla 239).

Y en Santo Domingo (1992) se reconoce, además, que por medio de las CEBs se renueva la estructura de la Iglesia particular y de la parroquia (cf. 58, 142), al mismo tiempo que advierte que “Cuando no existe una clara fundamentación eclesiológica y una búsqueda sincera de comunión, estas comunidades dejan de ser eclesiales y pueden ser víctimas de manipulación ideológica o política” (SD 62). Sin embargo, el hecho de ser valoradas como un factor de renovación de las estructuras de la Iglesia implica el gran valor teológico y pastoral que para la Asamblea tenían ya las CEBs.



6.  LAS CEBs SON FOCOS DE EVANGELIZACIÓN

Esta afirmación de Medellín (n. 10) acerca de las CEBs fue retomada por Juan Pablo II, que llegó a denominarlas “verdaderos centros de evangelización en comunión con sus pastores”: “Las pequeñas comunidades eclesiales de base, también llamadas comunidades vivas, donde los fieles pueden comunicarse mutuamente la Palabra de Dios y manifestarse en el recíproco servicio y en el amor; estas comunidades son verdaderas expresiones de la comunión eclesial y centros de evangelización, en comunión con sus Pastores” (Christifideles Laici, 26b). Pablo VI también lo había afirmado en 1975 resaltando su protagonismo evangelizador como vocación fundamental, pero puntualizando varias condiciones que ponían el énfasis en la importancia de la palabra de Dios, en el esfuerzo por evitar una actitud constante de contestación y la vinculación firme a la iglesia local y universal, manteniendo una estrecha comunión con sus pastores, desde  la corresponsabilidad misionera y desde el compromiso abierto y universal (cf. (Evangelii Nuntiandi 58)[iii]. Juan Pablo II volvió a valorarlas como “fuerza evangelizadora”  de la Iglesia, poniéndolas de relieve como instrumentos de evangelización y como fuente de nuevos ministerios eclesiales, animadas por la caridad de Cristo en orden a la superación de divisiones, tribalismos y racismos (Redemptoris Missio, n. 51). Y en Santo Domingo la proyección misionera y evangelizadora de las CEBs fue reconocida como el objetivo principal de las mismas[iv].



7.  LAS CEBs, FACTOR PRIMORDIAL DE PROMOCIÓN HUMANA Y DESARROLLO

Esta característica de las CEBs que estaba presente en el documento de Medellín (n. 10), también fue considerada por Pablo VI al valorar lo que el Sínodo previo a la Evangelii Nuntiandi daba como uno de los elementos de la aparición de las CEBs y decía que había surgido “unidas en la lucha por la justicia, la ayuda fraterna a los pobres, la promoción humana” (EN, 58). De igual modo el documento Libertatis Conscientia (de la Congregación para la Doctrina de la fe, 1986), alude a ellas de forma importante cuando dice: “Su experiencia, enraizada en un compromiso por la liberación integral del hombre, viene a ser una riqueza para toda la Iglesia (LC 69). Si viven verdaderamente en unión con la Iglesia local y con la Iglesia universal, son una auténtica expresión de comunión y un medio para construir una comunión más profunda... procuren educar a sus miembros en la integridad de la fe cristiana, mediante la escucha de la Palabra de Dios, la fidelidad a las enseñanzas del Magisterio, al orden jurídico de la Iglesia y a la vida sacramental” (LC 69).



8.  LAS CEBs, EXPRESIÓN DEL AMOR PREFERENCIAL DE LA IGLESIA POR EL PUEBLO SENCILLO.

Desde Puebla queda patente esta valoración de la CEBs por parte de los Pastores de las Iglesias Latinoamericanas: “Las Comunidades eclesiales de Base son expresión del amor preferencial de la Iglesia por el pueblo sencillo; en ellas se expresa, valora y purifica su religiosidad y se le da posibilidad concreta de participación en la tarea eclesial y en el compromiso de transformar el mundo” (DP 643). Y en el n. 1147 se hace notar que las “Comunidades de Base han ayudado a la Iglesia a descubrir el potencial evangelizador de los pobres”, a la vez que ellas son catalogadas como uno de los signos de esperanza y alegría para la Iglesia (cf. DP 1309). La Redemptoris Missio de Juan Pablo II también se hacía eco del carácter evangelizador de las CEBs al reconocer que “se enraízan en ambientes populares y rurales, convirtiéndose en fermento de vida cristiana, de atención a los últimos, de compromiso en pos de la transformación de la sociedad”.



9.  EL GRAN RECONOCIMIENTO DE LAS CEBS EN APARECIDA (2007)

Todas las características enumeradas anteriormente son asumidas en el Documento de Aparecida, que a modo de síntesis las presenta en los n. 178,179, y 180 incorporando además un elemento nuevo de valoración, a saber, que las CEBs son “Fuente y semilla de variados servicios y ministerios a favor de la vida en la sociedad y en la Iglesia” (Aparecida, 179). Aparecida ubica a las CEBs en el lugar teológico que corresponde, en el Capítulo V: “La comunión de los discípulos misioneros en la Iglesia y en los “lugares eclesiales para la comunión”, después de la diócesis y parroquia. Su exposición es prácticamente una síntesis antológica de todo lo tratado sobre ellas en los documentos anteriores. En los números 178 al 180 encontramos:

̵            178 En la experiencia eclesial de algunas iglesias de América Latina y de El Caribe, las Comunidades Eclesiales de Base han sido escuelas que han ayudado a formar cristianos comprometidos con su fe, discípulos y misioneros del Señor, como testimonia la entrega generosa, hasta derramar su sangre, de tantos miembros suyos.

Ellas recogen la experiencia de las primeras comunidades, como están descritas en los Hechos de los Apóstoles (cf. Hechos 2, 42-47). Medellín reconoció en ellas una célula inicial de estructuración eclesial y foco de fe y evangelización. Puebla constató que las pequeñas comunidades, sobre todo las comunidades eclesiales de base, permitieron al pueblo acceder a un conocimiento mayor de la Palabra de Dios, al compromiso social en nombre del Evangelio, al surgimiento de nuevos servicios laicales y a la educación de la fe de los adultos, sin embargo, también constató “que no han faltado miembros de comunidad o comunidades enteras que, atraídas por instituciones puramente laicas o radicalizadas ideológicamente, fueron perdiendo el sentido eclesial”.

̵            179 Las comunidades eclesiales de base, en el seguimiento misionero de Jesús, tienen la Palabra de Dios como fuente de su espiritualidad y la orientación de sus Pastores como guía que asegura la comunión eclesial. Despliegan su compromiso evangelizador y misionero entre los más sencillos y alejados, y son expresión visible de la opción preferencial por los pobres. Son fuente y semilla de variados servicios y ministerios a favor de la vida en la sociedad y en la Iglesia.

Manteniéndose en comunión con su obispo e insertándose al proyecto de pastoral diocesana, las CEBs se convierten en un signo de vitalidad en la Iglesia particular. Actuando así, juntamente con los grupos parroquiales, asociaciones y movimientos eclesiales, pueden contribuir a revitalizar las parroquias haciendo de las mismas una comunidad de comunidades. En su esfuerzo de corresponder a los desafíos de los tiempos actuales, las comunidades eclesiales de base cuidarán de no alterar el tesoro precioso de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia.

̵            180 Todas las comunidades y grupos eclesiales darán fruto en la medida en que la Eucaristía sea el centro de su vida y la Palabra de Dios sea faro de su camino y su actuación en la única Iglesia de Cristo.



10.  CONCLUSIÓN ACERCA DE LAS CEBs EN LOS TEXTOS DEL MAGISTERIO

̵            Estos textos del Magisterio de la Iglesia al reconocer a las CEBs, expresan su misión y espiritualidad de ser el sacramento de la Iglesia local y no sólo un aspecto particular de la vida y misión de la Iglesia, como lo hace un movimiento o una congregación religiosa.

̵            La CEBs no es un movimiento apostólico, sino la célula inicial de la Iglesia. Una célula eclesial requiere fundamentalmente una opción de fe en Jesús y su proyecto, que puede hasta causar un rompimiento con los lazos de la familia de sangre. La Fe en Cristo crea la unidad entre sus miembros y constituye la comunidad. En ellas los bautizados tienen una vivencia explícita y continua de la Fe.

̵            La comunidad eclesial tiene las características de ser, por naturaleza, la Iglesia sacramento (LG 1) que incluye a todos los bautizados y no un carisma o pastoral específica de la Iglesia. Su misión no es agregar gente a su carisma, sino a la comunidad eclesial como tal  y no se extinguen como un carisma. La Iglesia siempre será comunidad fermento en la vida, aunque pueda configurarse en modelos históricos diferentes.

̵            Muchos grupos, movimientos y asociaciones han comenzado a usar una terminología ambigua: Pequeñas Comunidades; Comunidad Eclesial; Comunidad Cristiana… etc. Reducen las CEBs únicamente a la dimensión comunitaria o pequeña, cuando ellas son además de eso y principalmente, el primer nivel eclesial en el cual los bautizados forman la comunidad del Señor (Medellín 15,10). Su naturaleza es de ser Iglesia. Es toda Iglesia aún si no toda la Iglesia, al estilo de las primeras comunidades apostólicas, nivel base de la Iglesia hoy y aquí en A.L.

̵            Por lo tanto, cuando se habla de las CEBs, se tendría que usar el término teológico koinonía (ekklesia), que es más adecuado que la palabra sociológica "Comunidad¨.

̵            El término "Comunidad" se está usando indiscriminadamente tanto para grupos como para las instancias que son koinonía. Por eso una precisión terminológica ayuda mucho a entender las diferencias: Comunidad Eclesial de base, conlleva el contenido teológico de koinonía.



11.  CEBs COMO EXPRESIÓN VIVA DE LA KOINONÍA

Pequeñas comunidades eclesiales pueden ser entendidas como sinónimo de koinonía y puede no ser. En efecto, en la mayoría de los casos se está refiriendo únicamente a  grupos eclesiales (de oración, de Biblia, de convivencia fraterna, de estudio…) y si tienen el atributo "eclesial" es sólo por su estar en la Iglesia, no por ser Iglesia como tal. La koinonía encarna y manifiesta la esencia misma del misterio de la Iglesia.  La comunión es el fruto y la manifestación de aquel amor que, surgiendo del corazón del eterno Padre, se derrama en nosotros a través del Espíritu que Jesús nos da (cf. Romanos 5,5), para hacer de todos nosotros « un solo corazón y una sola alma » 32 Todos los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma, y nadie llamaba propia cosa alguna de cuantas poseían, sino que tenían en común todas las cosas.  33 Los apóstoles daban testimonio con toda firmeza de la resurrección de Jesús, el Señor. Y todos gozaban de gran simpatía.  34 No había entre ellos indigentes, porque todos los que poseían haciendas o casas las vendían, llevaban el precio de lo vendido,  35 lo ponían a los pies de los apóstoles y se repartía a cada uno según sus necesidades. (Hechos 4,32-35).

Realizando esta comunión de amor, la Iglesia se manifiesta como «sacramento»,  o sea, «signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad del género humano ».

En torno a la mesa del Padre presidida por Jesús, el hermano mayor, en la unidad del Espíritu Santo y el Padre entrega su amor.

En torno a la mesa nace la koinonía, la comunión de vida, de dones y de bienes, para realizar la koinonía de los caminos en medio de la humanidad y del universo hacia el reino del Padre. El signo que marca y distingue a las pequeñas fraternidades es el amor de comunión, el amor de koinonía. ¿Cómo podemos entender qué es esta koinonía?



12.  LA KOINONÍA DEL NUEVO TESTAMENTO COMO ESPÍRITU DE LAS CEBs

Desde el Nuevo Testamento hay dos aspectos fundamentales que caracterizan la koinonía:

̵            1º) La koinonía no nace de los hermanos, sino del Señor Jesús, que los preside y encabeza y 2º) la koinonía es originariamente comunión de vida (Colosenses 3,17; 1,20; 1 Corintios 1,9; 8,6; 1 Corintios 12,12; Gálatas 3,26-28; Filipenses 2,1).

̵            La koinonía - comunión es un don de Jesús, el Cristo y el Señor, que, encarnado, crucificado, resucitado y entronizado, comparte su amor con sus hermanos. A través de Cristo la comunión del Padre pasa a nosotros para constituirnos en fraternidad. Por Cristo y gracias a Cristo, el Espíritu que es la comunión viene a nosotros y nos hace hermanos (2 Corintios 13,13)[v]. La koinonía no es sólo una relación meramente horizontal sino vertical en su origen  La vida entera de la fraternidad queda configurada por la dinámica del “por Cristo” (Col 3,17; 1,20).

̵            La koinonía no ha nacido de la fraternidad. Por nuestras propias fuerzas no es posible la comunión profunda del ser y del existir: Ésta sólo es posible acogiendo el don del amor  del Espíritu de manos de Jesús, para vivir juntos entre sus manos: Dios es fiel y les ha llamado a vivir en comunión con su hijo y Señor nuestro Jesucristo (1 Corintios 1,9). El acontecimiento fundamental de esta koinonía es una filiación, que se ha convertido en fraternidad: “Todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.... Todos ustedes son uno en Cristo Jesús” (Gal 3,26-28).La koinonía fraternal aparece así en su radicalidad originaria. Unos no pueden ser sin los otros, como miembros de un cuerpo, que es una familia. Esa comunión se nos da a nosotros en los signos sacramentales del bautismo y de la eucaristía. La koinonía eucarística (cf. 1 Corintios 10,16) de la sangre y del cuerpo de Cristo revive la koinonía bautismal y hace que seamos verdaderamente hijos, entregados en la misma obediencia del Hijo al Padre y posibilita que seamos verdaderamente hermanos, entregados en el mismo servicio del Hermano a los hermanos. Por eso la  koinonía de vida es filiación en obediencia que se convierte en fraternidad de servicio. El origen de toda comunión es la koinonía de vida, que es la koinonía por Cristo, con él y en él.

El vivir en Cristo que es la comunión del Espíritu se realiza en la fraternidad cuando todos tienen el mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos, donde la soberbia y la rivalidad han quedado excluidas, donde sólo queda  la generosidad humilde (Filipenses 2,1) Todo arranca de la mirada al crucificado (Filipenses 2,6; 1 Corintios 1,17ss; 2 Corintios 13,4). Por eso la koinonía debe concentrarse siempre en el crucificado y en los crucificados de la historia, pues en ellos se hace sacramental y realmente posible la koinonía – comunión con los sufrimientos de Cristo (Filipenses 3,10). Esta koinonía es la que está patente como marca distintiva de la vida cristiana en el sumario de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 2,42.43-46). Ahí se concentran todos los elementos de la koinonía de vida, a partir de la enseñanza de los apóstoles, a los cuales hay que estar vinculados como mediación vertical de la koinonía con Dios en el Hijo y por el Espíritu, mediante la comunión fraterna como estilo de vida que lleva a compartir los dones y los bienes dentro de la comunidad y con los más necesitados. Y allí la Eucaristía, denominada no por casualidad “partición del pan”, implica la dimensión vital y celebrativa del compartir, que arranca del pan partido por Jesús en la última cena y dado por él y los discípulos a la comunidad para sostener la koinonía permanente y el espíritu de oración. La mesa de la koinonía es la mesa de la pluralidad de dones, no la de la uniformidad. Es la mesa de la diversidad de carismas y servicios para la edificación de la comunidad y su compromiso en el mundo para la llegada del Reino. Las CEBs son expresión de la koinonía apostólica y misionera, presencia viva de una comunidad profética y una estructura comunicativa del evangelio al servicio del Reino en el mundo.



13.  CEBs MODELO DE IGLESIA

̵            Las CEBs fundamentalmente son un rostro vivencial de la teología del Concilio Vaticano II, de su eclesiología de comunión y participación (Lumen Gentium), y de la apertura a la sociedad en el compromiso con el trabajo por el Reino de Dios (Gaudium et Spes).

̵            Las CEBs son un modelo de Iglesia del Espíritu, comunitaria, profética, misionera y martirial que tienen su ritmo y proceso, marcados por la realidad eclesial y social de nuestros pueblos.

̵            Las CEBs manifiestan una Iglesia más personal y comunitaria y plasman en pequeño una Iglesia más humana, familiar y popular, además representan una experiencia de inculturación del Pueblo de Dios



14.  CEBs Y MISIÓN

La Iglesia, en todos sus niveles (diocesano, parroquial y de base) no hace, sino que ES MISIÓN, por su propia realidad comunitaria-samaritana. A partir de este principio, las CEBs por estar insertas en los barrios pobres de nuestras ciudades y en la zona rural, son una instancia misionera de la Iglesia más próxima a las personas y hacen más visible la unión entre fe y vida. Comparten, muchas veces, el alimento con aquellos que no lo tienen. Cuidan de los enfermos, hacen cooperativas en el campo y en la ciudad. Ejercen el “Lavatorio de los pies” en medio del mundo (Juan 13, 1-17; Mc. 10, 45). Frente a la desilusión de experiencias religiosas anteriores, ayudan a muchas personas a reencontrar personalmente a Jesucristo y a vivir en alegría su seguimiento en comunidad (Lc. 24, 13-35).

Santo Domingo ha insistido en la vocación misionera de las CEBs, porque “las comunidades eclesiales de base deben caracterizarse siempre por una decidida proyección universalista y misionera que les infunda un renovado dinamismo apostólico (Juan Pablo II, Discurso inaugural, 25). Ellas ‘son un signo de vitalidad de la Iglesia, instrumento de formación y de evangelización, un punto de partida válido para una nueva sociedad fundada sobre la civilización del amor’ (RMi 51)” (SD 61).

Por eso, habría que considerar la colaboración concreta que están dando y pueden dar las CEBs, desde su experiencia en su largo recorrido espiritual y misionero, a la Misión Permanente y Continental, entendiéndola como algo constitutivo y esencial de la Iglesia y no como un proyecto transitorio para después de Aparecida

-       En el discernimiento de los signos de los tiempos, en la inculturación del misterio cristiano, en las variadas formas de testimonio y anuncio evangelizador.

-       Con su vida y experiencia eclesial renovada y comunitaria,  a ejemplo de las primeras comunidades cristianas.

-       En el compromiso temporal por una nueva civilización de la justicia, el amor y la solidaridad.

-          Con su celo misionero reavivado con el impulso de Aparecida.

-          En la valoración de los servicios y ministerios laicales: animación, catequesis, enfermos, caridad…

-          Con su experiencia evangelizadora y su presencia testimonial entre los sectores marginados, expresión visible de la opción preferencial por los pobres (A 179).

-          Con su conversión eclesial que apunta a la centralidad de Cristo en la comunidad y que favorece entre sus miembros el encuentro personal con Cristo.

-          Al ser célula de Iglesia están facultadas además para ser casa y escuela de comunión.



15.  CEBs Y OPCIÓN POR LOS POBRES

Como Iglesia fiel a Jesús, las CEBs han asumido con firmeza la opción preferencial de los pobres, hecha por la Iglesia en A.L., como una prioridad evangélica, condición de salvación (Mt 25, 41). El término pobre no se reduce únicamente a la situación económica – incluye el que sufre, el oprimido, el que está en condiciones de sufrimiento por su color, sexo, edad, situación social, salud, segregación, etc.

El servicio a los pobres es una de las dimensiones de la Koinonía, como es testimoniado por la práctica de las comunidades paulinas[vi]. La koinonía de los bienes tiene su fundamento en 2 Corintios 8,9: “Cristo siendo rico se hizo pobre por nosotros”. La quinta conferencia episcopal de América Latina y el Caribe en Aparecida ha ratificado y consolidado “la opción preferencial por los pobres” presente en las Conferencias anteriores del CELAM. El énfasis puesto en ella por parte de Benedicto XVI en su discurso contribuyó sobremanera a situar dicha opción en su raíz teológica más profunda puesto que “la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Corintios 8,9)”. Es exactamente en este contexto paulino donde el término koinonía adquiere todo el sentido de solidaridad con los pobres, puesto que lo que generalmente se ha traducido como colecta o comunión en 2 Corintios 8,4 y 2 Corintios 9,13; Romanos 15,26, constituye el motivo del viaje de Pablo por sus comunidades para llevar sus ofrendas hasta la comunidad empobrecida de Jerusalén[vii].

Eso es también koinonía, es decir, la comunión a un tiempo, profunda, espiritual, pero también concreta, operante y solidaria con los pobres de la comunidad originaria de Jerusalén. Pero, para anular la pobreza de los hermanos, Cristo no se mantiene arriba, poseyendo su riqueza, sino que se abaja desposeyéndose de ella. La koinonía de los bienes que realiza el Señor es una gracia, un gesto de donación gratuita, donde los hermanos logran levantarse de la pobreza, en la comunión compartida de la mesa del Reino.

Por ello es preciso compartir los bienes con los de cerca y con los de lejos. La koinonía no es beneficencia, ni limosna para los pobres. La koinonía de bienes es tarea libre y permanente exigida por la entrega del Señor presente en el pan y en la copa. El pan y la copa eucarísticos obligan a mirar a los otros hermanos y especialmente a los más pobres. La koinonía exige la estrecha relación entre el cuerpo inmolado del Señor y el cuerpo incorporado de sus hermanos más pequeños. En esta koinonía la mirada tiene que estar puesta siempre en los más pequeños, que forman la parte más entrañable y necesaria del cuerpo ( 1 Corintios 12,22-25)

El compromiso con la causa de los pobres nace de la koinonía y tiene, en la práctica de las CEBs, respuestas de tipo asistencial, promocional o  liberador, cuando responde no solamente a los efectos, sino particularmente a las causas, estructuras, ideologías e sistemas que generan pobreza. Las Comunidades de Base, además de ser expresión del amor preferencial de la Iglesia por el pueblo sencillo (P 643), con su experiencia “han ayudado a la Iglesia a descubrir el potencial evangelizador de los pobres” (P 1147).





Bibliografía

̵            P. José Marins y Hna. Teo Trevisán: Apuntes.

̵            P. Álvaro Cadavid Restrepo: Las CEBs en los Documentos de la Iglesia.

̵            Jaime Carmona: Las  CEBs en el compromiso de la misión continental permanente.

̵            Eloy Bueno de la Fuente: La parroquia, entre la renovación y la acusación.

̵            Pedro Ossandón B.: “Las Comunidades Eclesiales de Base: Escuelas de Discípulos y Misioneros de Jesucristo”.

̵            J. Cervantes, “Sacerdocio y Reino en 1 Pedro 2,1-10” en Estudios Bíblicos 66 (2008) 577-608.







Notas
[i]  El pacto fue firmado en una eucaristía celebrada en las catacumbas de Santa Domitila el 16 de Noviembre de 1965.
[ii]  Hay otros documentos de la Iglesia Universal que hacen referencia a las CEBs (Catequesi Tradendae, 47; Familiaris Consortio, 85;  Ecclesia in Asia, 132; in África, 89; in América, 73).
[iii]  Serán un lugar de evangelización y una esperanza para la Iglesia universal, en la medida en que: 
̵            Buscan su alimento en la palabra de Dios, no se dejan aprisionar por la polarización política o por ideologías de moda…;
̵            Evitan la tentación siempre amenazadora de la contestación sistemática…, bajo pretexto de autenticidad y de espíritu de colaboración;
̵            Permanecen firmemente unidas a la Iglesia local en la que ellas se insertan, y a la Iglesia universal, evitando así el peligro -muy real - de aislarse en sí mismas, de creerse, la única auténtica Iglesia de Cristo;
̵            Guardan una sincera comunión con los Pastores que el Señor ha dado a su Iglesia y al Magisterio que el Espíritu de Cristo les ha confiado;
̵            No se creen jamás el único destinatario o el único agente de evangelización, el único depositario del Evangelio, sino que, conscientes de que la Iglesia es mucho más vasta y diversificada, aceptan que la Iglesia se encarna en formas que no son las de ellas;
̵            Crecen cada día en responsabilidad, celo, compromiso e irradiación misioneros;
̵            Se muestran universalistas y no sectarias.
Con estas condiciones… responderán a su vocación fundamental: escuchando el Evangelio que les es anunciado,… ellas se convertirán rápidamente en anunciadoras del Evangelio”. (Evangelii Nuntiandi 58)
[iv]  (cf. Santo Domingo 48, 54, 58, 61, 63)
[v]  La comunión del Espíritu es fuente de alegría plena en orden a la unidad (Filipenses 2,1). En 2 Corintios 13,13, la koinonía es acción del Espíritu (Genitivo subjetivo), una obra que el Espíritu realiza en nosotros, y al mismo es consecuencia y resultado de esa acción (Genitivo objetivo) de modo que es también comunión en el Espíritu.
[vi]  “Más, por ahora, voy a Jerusalén para el servicio de los santos, pues Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una colecta a favor de los pobres de entre los santos de Jerusalén (Romanos 15,26).
“Su extrema pobreza (Iglesias de Macedonia) ha desbordado en tesoros de generosidad… y aún sobre sus posibilidades, espontáneamente nos pedían con mucha insistencia, la gracia de participar en este servicio en bien de los santos (2 Corintios 8,1-4).
Experimentando el valor de este servicio (la colecta), glorificarán a Dios… y por la generosidad de la comunión de ustedes con ellos y con todos (2 Corintios 9,13).
[vii]  “Más, por ahora, voy a Jerusalén para el servicio de los santos, pues Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una colecta a favor de los pobres de entre los santos de Jerusalén (Romanos 15,26). - “Su extrema pobreza (Iglesias de Macedonia) ha desbordado en tesoros de generosidad…y aún sobre sus posibilidades, espontáneamente nos pedían con mucha insistencia, la gracia de participar en este servicio en bien de los santos (2 Corintios 8,1-4). - Experimentando el valor de este servicio (la colecta), glorificarán a Dios… y por la generosidad de vuestra comunión con ellos y con todos (2 Corintios 9,13).