LAS CEBs SOMOS ALTERNATIVAS DE IGLESIA
Y DE SOCIEDAD
Norma QUITO, abril de 2017.
Norma
Soledad QUITO MONROY, maestra jubilada, es animadora de las CEBs de Guayaquil,
Ecuador.
En
Ecuador, las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) nacieron al principio de los
años ’70. Respondían al despertar de los cristianos de los sectores pobres de
la ciudad y de campo. Estos cristianos querían seguir a Jesús mediante el
conocimiento de la Biblia y el compromiso solidario entre vecinos. Tenían las
orientaciones de la segunda reunión latinoamericana de los obispos en Medellín
(Colombia, 1968) que buscó aplicar a la realidad de América Latina el Concilio
Vaticano II (Roma, 1962-65). Se quería concretar el llamado del papa Juan XXIII
en vísperas del Concilio: “La Iglesia es y debe ser la Iglesia de los Pobres”.
Cincuenta años después las CEBs han crecido en todos
los países de América Latina y tienen desde 2005 una Articulación Continental
en México. A partir de la realidad de las CEBs urbanas de Ecuador, vamos a ver
qué han aportado las CEBs a la Iglesia y a la sociedad.
1. REALIDAD DE LAS CEBs EN ECUADOR
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Las CEBs
comenzaron siendo urbanas en el año 1979 cuando se reunieron por primera vez al
nivel nacional en Riobamba (provincia de Chimborazo) con monseñor Leonidas
Proaño (+ 1988), profeta latinoamericano de la Iglesia de los Pobres. Nacieron
luego, con su respectiva coordinación nacional, las CEBs Indígenas (llamadas
‘Iglesias vivas’), campesinas y negras.
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En 1984
participaron en la 2ª reunión latinoamericana de CEBs que tuvo lugar en Cuenca,
provincia del Azuay (Ecuador). Estos 4 espacios de CEBs realizaron varias
reuniones nacionales comunes a pesar del poco apoyo de los obispos y
sacerdotes. Con el paso de los años, las CEBs negras conformaron la pastoral afro-ecuatoriana
con su propia organización nacional.
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Actualmente, las
CEBs urbanas, campesinas e indígenas continúan vivas y reuniéndose anualmente.
Sienten el apoyo del papa Francisco que se inspira mucho en sus vivencias y su
espiritualidad.
2. RESCATAMOS AL JESÚS HISTÓRICO Y A SU PROYECTO DEL
REINO
Esa
la gran novedad de las CEBs. Las CEBs comenzaron en Brasil y los años ’50, es
decir unos 10 años del Concilio Vaticano II. En el Concilio los aportes fueron
en torno a los pobres, a la validez de las ‘pequeñas Comunidades Cristianas, a
la importancia de la Iglesia de los Pobres. Pero estas realidades eran
desconocidas por la mayoría de los obispos, en particular los de Europa. Y los
obispos latinoamericanos no se conocían lo suficiente para fortalecer más estas
líneas de Iglesia fruto de la novedad de las CEBs.
El
‘bautismo’ de las CEBs aconteció en Medellín cuando reconocieron que eran “el
primero y fundamental núcleo eclesial, que debe, en su propio nivel,
responsabilizarse de la riqueza y expansión de la fe, como también del culto
que es su expresión. Ella es, pues, célula inicial de estructuración eclesial,
y foco de la evangelización, y actualmente factor primordial de promoción
humana y desarrollo” (10,15). Los demás documentos latinoamericanos de los obispos
confirmaron siempre las CEBs, en particular el Documento de Aparecida (Brasil,
2007).
Cambiaron la cristología al insistir sobre la
humanidad de Jesús, la eclesiología ubicando la Iglesia al servicio del Reino,
las parroquias poniendo a los seglares en su centro vital, la misión
orientándola hacia la opción por los pobres y sus causas. Fueron, en palabra de
Leonardo Boff, brasileño y uno de los mayores teólogos de la liberación, un
“eclesio-génesis”, o sea, una recreación de la Iglesia.
3. APORTES DE LAS CEBs A LA IGLESIA
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“Somos la Iglesia de los pobres”.
Alguna vez un obispo dijo a los miembros de las CEBs
reunidos en Asamblea anual: “Gracias por ayudar a la Iglesia”. La respuesta de
una animadora de CEBs fue la siguiente: “Monseñor, no estamos ayudando a la
Iglesia. Somos un Iglesia diferente de la Iglesia oficial demasiado
comprometida con los poderosos y los privilegios. Las CEBs somos la Iglesia de
los pobres”.
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“Profetas, sacerdotes y reyes-pastores”.
En las CEbs, hemos descubierto nuestra misión
bautismal tanto en la Iglesia como en la sociedad: “Tú eres profeta, sacerdote
y rey-pastor”. Nuestra misión es ser “hombres de la Iglesia en el corazón de la
sociedad y hombres de la sociedad en el corazón de la Iglesia”. Los seglares
somos los primeros en la Iglesia: la Iglesia no es el clero sino el pueblo de
Dios y el clero está al servicio de este Pueblo que somos nosotros.
Gracias a las CEBs descubrimos la dimensión colectiva
de nuestra misión bautismal. Como CEBs somos una ‘profecía’ viva, en acto, por
nuestra manera de vivir más humana y cristianamente. Como CEBs somos el
sacerdocio de Cristo: somos el culto que Dios quiere, o sea, un pueblo
fraternal que nos ofrecemos a él. Como reyes pastores somos no sólo germen,
sino presencia viva del Reino.
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Una religiosidad transformadora.
Los pobres hemos inculturalizado el Evangelio en
nuestra religiosidad y nuestras devociones populares. Pero esta religiosidad no
se enraizaba en el Evangelio ni era transformadora de nuestra realidad: no
teníamos a nuestro alcance la Palabra de Dios y estábamos encerrados en las
paredes de nuestras iglesias. El Concilio nos abrió la Biblia y las puertas de
nuestras iglesias. Esto transformó nuestra religiosidad: el Evangelio la
revitalizó y nos proyectó al servicio de los demás para transformar la realidad
que era un espacio de opresión e injusticias.
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Una espiritualidad liberadora.
En las CEBs descubrimos la fuerza del Espíritu activo
en nosotros. “La espiritualidad es ese fuego que nos levanta desde dentro para
la liberación”. La espiritualidad nos hacía mirar no tanto en el cielo, sino en
la tierra, para que allí “se haga su voluntad” y que “venga su Reino”.
Aprendimos a “beber en nuestro propio pozo” (Gustavo
Gutiérrez, padre de la Teología de la Liberación), es decir, vivir, rezar,
amar, luchar a partir de nuestra realidad latinoamericana. ‘Somos un continente
creyente y empobrecido’… que tiene que transformarse, en nombre del ‘Dios de
todos los nombres’, en una gran familia de gentes dignas y solidarias.
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Celebraciones creativas.
“Ver, juzgar y actuar” fue nuestro método de reunión,
de vida y de oración. Añadimos “celebrar” porque nuestras oraciones, nuestros
ritos, nuestras expresiones festivas tenían que ser una liturgia propia.
Aprendimos a usar los símbolos más sencillos que la vida y la naturaleza nos
regalaban. Por estas razones nuestras celebraciones son siempre novedosas,
creativas, alegres, llenas de signos y de símbolos. Celebramos el Reino que
crece por nuestros pequeños y grandes logros; celebramos la resurrección de
Jesús que se manifiesta en nuestras transformaciones personales, nuestra
fraternidad son frontera, nuestra solidaridad entre vecinos; celebramos la
fuerza renovadora del Espíritu que nos empuja como pueblos hermanos a ser los
artesanos de un Iglesia más evangélica y de una sociedad nueva.
3. APORTES DE LAS CEBs A LA SOCIEDAD
En
las CEBs descubrimos nuestra capacidad no sólo de transformar la sociedad, sino
de ser una nueva manera de vivir en sociedad, de ser gérmenes creciendo como
nueva sociedad. Aprendimos el compartir equitativo entre nosotros y nosotras,
como signo de nuestra fraternidad sencilla… a la manera de las primeras
comunidades que “compartían todo cuanto tenían”; así manifestamos que una
economía solidaria es posible. En nuestras CEBs nos responsabilizamos para los
distintos servicios: animación, participación, decisión… vivida con el
consentimiento de todas y todos; así vimos que la política era el servicio
mutuo para que todos trabajemos para el bien de todos. También caímos en cuenta
que los pobres tenemos pensamientos válidos, pequeños proyectos eficaces para
la salud, la alimentación, la educación, la organización, la liberación…
Al
solidarizarnos con otros grupos y organizaciones de barrio, de jóvenes, de
mujeres, de cultura indígena y negra reconocimos que éramos capaces de
transformar nuestro entorno y transformarnos entre vecinos. Aprendimos que es
posible vivir de otra manera, personalmente, en la familia, entre vecinos, en
las empresas.
Como
CEBs vimos que nuestra fe tenía una dimensión social y un compromiso político.
Participamos de las marchas de los primeros de mayo y otras fechas cívicas. Nos
solidarizamos con los obreros tratados como esclavos, con los sindicatos
reclamando por sus derechos, las mujeres discriminadas y violentados, los
jóvenes reclamando por una educación que les capacite para un empleo real…
Participamos de las campañas electorales, interviniendo para que sean atendidos
nuestros derechos de pobres, participando en movimientos y particos políticos,
siendo candidatos en listas de izquierda, formando partidos políticos.
Modestamente podemos decir que las CEBs, al nivel local y nacional, somos un
referente de honestidad, valentía, compromiso y solidaridad por un proyecto de
sociedad donde quepamos todas y todos, una sociedad basada no en el dinero sino
los derechos humanos y de la naturaleza.
4. DESAFÍOS ACTUALES
Tenemos un caminar de casi 40 años como CEBs. Hemos
encontrado muchas persecuciones de parte tanto de los gobiernos neoliberales
como de la jerarquía católica. Ahora somos reconocidos, a pesar de no recibir
todavía mucho apoyo. Pero allí estamos, decididos a continuar el camino abierto
en la Iglesia y la sociedad.
Decimos que el papa Francisco es uno de los nuestros.
Lo admiramos, lo seguimos y nos hacemos eco de sus palabras y actitudes. Somos
“los amigos de Francisco”, orgullosos de ser Iglesia de los pobres y
‘sociedades’ fraternas. Nos comprometemos a seguir en coherencia con el
Evangelio del Reino, rebeldes contra la maldad en particular la del sistema
neoliberal, entusiastas para aportar nuestro grano de arena a una sociedad más
socialista mirando hacia Cuba y la organización autónoma de los Indígenas
Zapatistas de México.
Nos sentimos en comunión con todos quienes luchan
individual y colectivamente por el Bien Vivir y la cosmovisión indígena. En
comunión también con los Negros cuya cultura y sabiduría marcan colectivamente
notas de nobleza y dignidad en nuestro país.
Estamos decididos a hacer de nuestro continente,
desde nuestros pequeños y múltiples espacios, “el continente de la esperanza”,
porque ya vivimos un futuro distinto como Iglesia y como sociedad. Dios nos
guarde fieles, solidarios y alegres.
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