Presentación : UN NUEVO
CULTO CENTRADO EN EL REINO, Pedro Pierre.
En
nuestra Iglesia católica la mayor crisis
es la del sacerdocio. Hace 50 años el Concilio Vaticano 2º destacó la
importancia de volver a conocer al Jesús histórico y su opción por los pobres.
Además esbozó una nueva manera de entender y vivir el sacerdocio: reconoció la
prioridad al sacerdocio común de los bautizados sobre el sacerdocio ministerial
ordenado, y puso éste al servicio del primero. Pero no avanzó más. Entonces
muchos sacerdotes se retiraron; otros fueron expulsados por pedofilia; los
seminarios se fueron vaciando y las vocaciones sacerdotales declinaron sin que
se vea un repunte. Por todas partes las
comunidades cristianas se quedan sin sacerdotes y sin eucaristía…
Al
mismo tiempo los teólogos de todos los continentes se pusieron a reflexionar: ¿qué sacerdotes queremos para qué Iglesia?
En América Latina, la Conferencia Episcopal Latinoamericana que se reunió en
Aparecida, Brasil, 2017, insistió en que la Iglesia necesitaba de un “fuerte remesón”, debía emprender la reforma de las parroquias y fomentar
por todas parte una gran misión continental,
confirmaba la validez de las Comunidades
Eclesiales de Base e invitaba a los obispos a promoverlas en sus diócesis.
No se puede decir que estas orientaciones encontraron un gran eco,
lastimosamente… En cuanto a los teólogos, ¿qué nos dicen?
A. LA GRAN TAREA DE JESÚS FUE HACER ACONTECER EL REINO
Ya
no se discute que la misión de Jesús fue el Reino y que el mayor empeño de la
Iglesia, siguiendo a su Maestro, es también el Reino. Pero las estructuras
todavía no han cambiado mucho: las parroquias siguen iguales que anteayer y los
seminarios donde se forman los sacerdotes también.
1.
El Antiguo Testamento se centró en el culto y el cumplimiento de la
ley
·
Al principio, en tiempos de los
Patriarcas y las Matriarcas, quienes ejercían la función sacerdotal era los
jefes de familias. Lo vemos con Abraham y Sara, Isaac y Rebeca, Jacob y
Raquel… Esa tradición no se perderá.
·
Luego al organizar Moisés el
pueblo que había rescatado de Egipto, el ejercicio del sacerdocio fue confiado
a la
tribu de Leví, de la que Moisés y Aarón eran parte. Ellos se encargaron
de cuidar las tablas de la Ley del Sinaí, celebrar las maravillas de Dios,
quemar sacrificios de animales y ayudar a seguir los pasos de la Alianza con
Dios.
·
El exilio en Babilonia durante
más de 50 años trajo una nueva esclavitud sin la posibilidad de continuar como
pueblo, sin templo, sin sacerdotes… Al regresar en Palestina, fueron los
sacerdotes que reorganizaron el país y reconstruyeron la capital
Jerusalén y el templo. A pesar de las muchas resistencias, se creó una clase
sacerdotal y un culto centrado en la pureza
de sangre y el cumplimiento estricto de la ley de Moisés. La mayoría de la
gente del campo, muy pobres, no podían cumplir con todos estos requisitos y
fueron marginados y despreciados por la clase sacerdotal dirigente.
2.
Con Jesús el proyecto de Dios se centra en la fraternidad universal
·
Jesús era un campesino pobre de
una región marginal. Se sintió llamado a ser profeta itinerante a cargo de la
construcción del Reino de Dios. Y de hecho comenzó a establecerlo entre
los pobres de su región y de su país: ellos iban a ser los mejores obreros del
Reino, con el apoyo de sus apóstoles y discípulos, varones y mujeres
indistintamente.
·
Jesús no vino para reformar la
religión judía ni su culto, sino darles un giro totalmente nuevo. Para él, el
amor era el centro de todo, a vivir y promover en Comunidades. “Busquen
primero el Reino de Dios; lo demás vendrá por añadidura” (Mateo 6,33).
El culto que quiere Dios es ser un pueblo fraternal que contagie todos los demás
pueblo: “Ofrézcanse como un culto agradable a Dios” dice Pablo a los
Romanos (12,1): toda la vida tiene que ser ese pasión por la fraternidad.
·
De alguna manera desaparecieron
el sacerdocio y el culto de los sacrificios. En el Nuevo Testamento ni
Jesús ni los apóstoles son llamados sacerdotes. Si la carta a los Hebreos
reconoce a Jesús el título de “sumo sacerdote” fue porque su vida y su muerte
fueron una ofrenda agradable a Dios: el Reino se había inaugurado en Jesús. Los
apóstoles y demás seguidores de Jesús iban a ser los nuevos encargados de
continuar su obra.
·
En las primeras comunidades, la
fracción del pan era, por una parte,
el recuerdo de la última Cena, símbolo del compartir que crea la fraternidad y
la comunión con Dios, y, por otra, el compromiso de continuar la tarea de Jesús
hasta las últimas consecuencias. Quienes eran los encargados de presidir dicha
celebración, eran, como en tiempos pasados, los jefes de familias, varones y
mujeres indistintamente.
·
Con las últimas cartas
atribuidas a Pablo, se percibe la presencia de dirigentes sacerdotales de
comunidades: diáconos, presbíteros y obispos. Con la asimilación al
imperio romano en el siglo 4, pasaron a formar una nueva clase sacerdotal que
se inspiró del Antiguo Testamento y de los cultos de la religión romana. Se
rompía la tradición de Jesús contrario al ejercicio de un poder dominador, a la
aceptación de privilegios personales, a la celebración de un culto centrado
en su ‘sacrificio’ en la cruz y a la necesidad de intermediarios obligados
para relacionarse con Dios…
B. LA CENTRALIDAD DEL REINO EXIGE UN NUEVO SACERDOCIO
Para
volver a la tradición de Jesús y de las primeras Comunidades cristianas, hay
que retomar y profundizar las orientaciones del Concilio Vaticano 2º: lo
absoluto del Reino, la primacía del sacerdocio colectivo de los bautizados, la
construcción de la fraternidad, las Comunidades que se ofrecen como nuevo culto
agradable a Dios.
1.
“Eres profeta, sacerdote y rey-pastor”
-
Al ser ungido como ‘profetas,
sacerdotes y reyes pastores’ en el día de nuestro bautismo, se nos trazó el
camino correcto.
·
Somos ‘profetas’ cuando
proclamamos palabras de vida y de verdad que denuncian lo que destruye el Reino
y anuncian todo lo que lo construye.
·
Somos ‘sacerdote’ cuando
participamos de todas las ofrendas que hacen grupos y pueblos de su fraternidad
alegre.
·
Somos ‘reyes-pastores’ cuando
nos constituimos en asociaciones, comunidades y sociedades vivas, equitativas,
participativas, creativas y solidarias de una humanidad reconciliada entre sí,
con los demás, la naturaleza y Dios.
-
Podemos ser sacerdotes y
sacerdotisas de nuestro pueblo sin más poder ni privilegio que los de cumplir
con el mandato que nos da de encaminarlo en su tarea irrenunciable de construir
y ofrecer el Reino.
2.
Todos somos sacerdotes como Jesús
-
Como Iglesia somos el ‘Cuerpo
sacerdotal’ de Jesús.
-
Puede ser que unos y unas sean
encargados de esta dimensión sacerdotal, pero no pueden ser detentores de
poderes exclusivos ni de privilegios de clase ni ser intermediarios obligados
para relacionarnos con Dios. Eso era la Antigua Alianza que terminó con Jesús.
-
Si las Comunidades nombran
personas para ejercer un servicio sacerdotal, se encargarán de lo que nos
dejaron las primeras comunidades al realizar la fracción del pan:
·
Anunciar que la muerte de Jesús
fue su máxima solidaridad con el Reino comenzado a partir de los pobres.
·
Recordar la vida de Jesús como
una ofrenda agradable a Dios, un acto sacerdotal único e irrepetible.
·
Continuar la obra del Reino
como compromiso absoluto de los seguidores de Jesús.
·
Celebrar la resurrección de
Jesús y la presencia del Padre en nuestros pequeños y grandes logros de nuestra
existencia cotidiana.
·
Agradecer a Dios por habernos
elegido para tal noble tarea…
-
Como en la oración eucarística
de nuestros templos, todos varones y mujeres estamos llamados a
·
‘Anunciar la muerte de Jesús’
en todas las muertes injustas de los que trabajan por un mundo de fraternidad,
de justicia y de fe;
·
Proclamar la resurrección de
Jesús tanto en las personas, los grupos y los pueblos que nacen a una vida
nueva como en la naturaleza respetada, defendida y promovida como se lo merece;
·
Invocar al Espíritu para que
siga animando desde dentro la entrega generosa de la vida hasta la muerte, el
crecimiento en dignidad, valentía y alegría de los creadores de una nueva
humanidad, o sea, el Reino que avanza hacia su plenitud.
CONCLUSIÓN
Ese es la
clase de sacerdotes, de seguidores, de pueblo y de Humanidad que quiere Dios.
Eso fue el ejemplo y el camino de Jesús: ser un Reino de fraternidad universal.
Nos toca continuarlo individual y colectivamente… con la fuerza del Espíritu.
Como Jesús somos sacerdotes de Dios y de nuestro Pueblo. Ese es el culto
inaugurado con Jesús en la Nueva Alianza y ofrecido en la cruz. Somos los
herederos dichosos de tal proyecto humano y divino a la vez. No se detendrá
porque tiene la fuerza de Dios.
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