COMUNIDADES ECLESIALES DE BASE
E IGLESIA DE LA CASA
Algunos desafíos del
actual contexto - Jit Manuel Castillo, ofm.
CONTENIDO
-
Introducción
-
Un nuevo contexto para las CEBs
-
CEBs e Iglesia de la casa
-
A modo de conclusión, algunos desafíos
“La Iglesia
del futuro será una Iglesia que se construirá desde abajo por medio de
comunidades de base de libre iniciativa y asociación. Hemos de hacer todo lo
posible para no impedir este desarrollo, sino más bien promoverlo y encauzarlo
correctamente.”[1]
A.
INTRODUCCIÓN
Iniciamos con estas palabras
de Karl Rahner, que parecerían escritas recientemente para las CEBs,
conscientes del hecho de que social y eclesialmente, estamos en un tiempo nuevo, como se verifica en las
metáforas del mundo actual y en los cinco procesos emblemáticos del tiempo
presente que veremos más adelante, y en la hermosa carta que nos dirigió el
papa Francisco a quienes participamos en el XIII
Intereclesial. Justicia y Profecía al
servicio de la vida. CEBs, romeras del reino en el campo y la ciudad. (Brasil, enero de 2015)[2] En la que nos invitó a
mantener vivo nuestro afán por ser fermento profético de una sociedad más
humana y fraterna y de una Iglesia más cercana a la praxis de Jesús.
Luego de un encuentro eclesial
como este, marcado por la
alegría, el compromiso y la gratuidad, uno se pregunta ¿con qué nos quedamos y
qué podemos llevar a nuestras comunidades de origen? ¿Cómo actualizar las
múltiples vivencias y los aprendizajes en nuestros particulares contextos?
¿Cómo encarnar más profundamente la buena noticia del reinado de Dios y esta
hermosa forma de ser Iglesia de Jesús? Es de ahí de donde nace esta reflexión
sobre las CEBs y la Iglesia de la Casa, a través de la cual queremos rescatar
este modelo de Iglesia de las comunidades primitivas, pues frente a los
desafíos del mundo contemporáneo nos permite afianzar su dimensión profética y martirial, el protagonismo de las
mujeres y las y los laicos, su cuestionamiento a ciertos estilos de ejercicio
de la autoridad entre los y las creyentes en Jesús; y sobre todo, la
eclesialidad de las CEBs como elemento nuclear de su vida y misión.
Tomando en cuenta todo esto es
que retomamos las palabras que Don Helder Cámara susurrara en su lecho de
muerte a Marcelo Barros: “No dejen caer la profecía”, porque consideramos que este es el gran
reto de las Comunidades Eclesiales de Base en el contexto sociopolítico,
económico, cultural y eclesial en el que nos encontramos inmerso. Sentimos
que, aunque nos han embestido de mil
maneras, tanto desde dentro como desde fuera de la Iglesia, en las CEBs, no
hemos dejado caer la profecía. Así lo confirmó el indio Anastasio en
el XIII Intereclesial, con su grito por la demarcación de las tierras
indígenas: “Robaron nuestros
frutos, arrancaron nuestras hojas, cortaron nuestras ramas, quemaron nuestros
troncos, mas no dejamos que arrancaran nuestras raíces.” Esto se vio también
con mucha fuerza en el grito del exterminio de los jóvenes, en el de la
realidad del agronegocio, en el de las funestas consecuencias de las obras de
la COPA y en el de la lucha por las tierras Quilombolas. Gritos que nos
ofrecieron un claro panorama de cómo andan nuestra América Latina y El
Caribe, en relación a la actual lucha contra los grandes empresarios, al
servicio del imperialismo neocolonial de la minería y el agronegocio, las
multinacionales y los nuevos latifundios.
Las CEBs estamos ante una gran
oportunidad con la situación especial que va generando el papado de Francisco, por su referencia al
Vaticano II y a una iglesia en salida, más sencilla, pobre y para los pobres,
en una perspectiva eminentemente evangélica (EG, 24).[3] Como
afirma el teólogo mexicano José Sánchez: “Sigue viva la esperanza de una
Iglesia que esté al lado de los pobres y que ella misma sea pobre.”[4] Nos preguntamos: ¿Cuál es
nuestro papel en este momento?, ¿cómo situarnos para sacar el mayor provecho de
esta coyuntura favorable? y más radicalmente aun ¿por dónde nos está queriendo
conducir el espíritu de Jesús en este momento particular de nuestra historia,
para que las CEBs asuman su papel como semilla del Reinado de Dios y como
fermento de un nuevo modo de ser Iglesia? Ahondaremos estas cuestionantes a
partir de cinco metáforas y cinco procesos emblemáticos del nuevo contexto;
paso seguido, meditaremos en la propuesta de las comunidades primitivas de la
Iglesia de la Casa y sus principales características en su relación con el
magisterio sobre las Comunidades Eclesiales de Bases; para terminar esbozando
algunos de sus desafíos en el hoy de nuestra historia.
B. UN NUEVO CONTEXTO PARA LAS
CEBs
Cómo bien indicó el
Coordinador General del XIII
Intereclesial, el padre Vileci Basilio Vidal, este tenía como preocupación
fundamental el problematizar el actual
contexto e identificar los desafíos
y los nuevos caminos posibles para
las CEBs. Precisamente esto es lo que nos proponemos en este momento,
conscientes, como decía el papa Francisco, de que las verdaderas
transformaciones no comienzan tanto por los grandes discursos, cuanto por las
pequeñas acciones proféticas, y de que como afirmaba el padre Cícero: “No son
los grandes planes los que dan cierto, sino la atención a los pequeños
detalles.”
Inspirados
en el método ver, juzgar y actuar, queremos partir de la realidad en la que nos encontramos inmersos, pero deseamos
hacerlo de un modo diferente al tradicional, rescatando cinco metáforas y cinco procesos emblemáticos que nos ayudan
a entrar no solo en los meros datos, sino en una visión de conjunto del mundo
actual. Tres preguntas están en el trasfondo de esta presentación y quisiera
explicitarlas, porque la misma quiere ser una posible alternativa para estas
inquietudes: ¿Hasta qué punto nuestra forma de acercarnos a la realidad está
condicionada por los mismos criterios de análisis que criticamos?, ¿en qué medida
estos nos impiden el cambio de horizonte que nos proponemos? y si ¿será que el
movimiento de Jesús puede ser una respuesta, no solo en el más allá, para los
desafíos que nacen de los grandes procesos de transformación que hoy
experimenta nuestro mundo?
Al
analizar la realidad, solemos partir de datos económicos, sociales, políticos,
culturales y religiosos. Reconocemos que esta es una forma dentro de muchas
posibles de acercarnos a la realidad, pero hemos de tomar en cuenta, que está
muy ligada al paradigma occidental de conocimiento, que como demostró Edgar
Morrin, es lineal, simplista y disociador. Sin descartar su trascendencia, en
una perspectiva más holística e integral, queremos aproximarnos a nuestra
sociedad desde otras coordenadas. Por eso, retomamos a Paul Ricoeur,
Jacques Derridá, Paula Sibilia y Néstor García Canclini, quienes reconocen la
importancia de las metáforas para asomarnos al cambio epocal en el que vivimos,
porque nos permiten evocar grandes verdades sin absolutizarlas y entrar en el
presente con profundidad[5] con lo que tiene de sombra y
de límite, pero también con lo que tiene de promesa y posibilidad
transformadora. Es por ello, que asumimos las sugerentes propuestas de Ernesto
Sábato, Zygmunt Bauman, Benjamín González Buelta, Anthony Giddens y Gilles
Lipovetsky, quienes describen nuestra sociedad como un túnel, un mundo
líquido, roto y desbocado y como la era del vacío, respectivamente.
CINCO METÁFORAS
1.
Vivimos en un
túnel, y estamos metidos justo en el medio de su curvatura, y
sin luz. No vemos ni hacia adelante ni hacia atrás, nuestra realidad es oscura,
hostil y confusa. Como bien la describió Ernesto Sábato: “En todo caso había un sólo túnel, oscuro y
solitario: el mío, el túnel en que había transcurrido mi infancia, mi juventud,
toda mi vida”.[6]
En medio de esta realidad, los seres humanos de nuestro tiempo nos percibimos a
nosotros/as mismo/as necesitado/as de luz, de un horizonte, de utopía y
esperanza.
2.
Vivimos en un mundo roto,[7]en el que todo lo
que dábamos por sentado se nos ha partido en mil pedazos, y todavía no
encontramos las fuerzas para intentar rearmar los pequeños fragmentos que nos
han quedado en las manos. Tampoco tenemos una razón suficiente que nos anime a
ponernos de acuerdo para reconstruir el sentido, pues también nosotros/as
estamos fragmentado/as por dentro y por fuera. Como insinúa Zygmunt
Bauman: “Ya no creemos en el mito de
la existencia de fragmentos que, como pedazos de una antigua estatua, esperan
que la última pieza faltante sea descubierta para así ser pegados creando una
unidad exactamente igual a la unidad original”.[8]Con
todo, nos experimentamos sedientos de espacios para la interioridad y el
silencio que nos permitan unificarnos.
3.
Vivimos en un mundo
desbocados,[9] que va a la velocidad
de un rayo, a toda prisa y sin norte. Como un caballo sin
rumbo. Vivimos llenos de confusiones, con un cúmulo de datos que en vez de
ayudarnos a entendernos y a interpretar el mundo, se han convertido en una amenaza
para el disco duro de nuestro cerebro. Esto genera desinformación,
desintegración y pocas posibilidades para combatir el pensamiento dominante. El
nuestro, se ha convertido en un pensamiento débil, como planteara Gianni
Vattimo.[10] A pesar de esto, los seres
humanos necesitamos hacer una parada que nos permita bajar el ritmo para
reorientar nuestras vidas.
4.
Vivimos en un mundo
líquido, en el que las verdades absolutas han desaparecido y solo nos quedan pequeñas
verdades, todas al mismo nivel, conviviendo en una amalgama de colores
que no revela nada. Peor aún, los principios solo valen en cuanto nos convienen
y responden a nuestros intereses, y si no, prescindimos de ellos como de
envases desechables. Igualmente, los lazos se vuelven volubles. Nos
dirá Bauman, asistimos al final de la modernidad sólida: “¿Por qué sólida? Porque los sólidos, a
diferencia de los líquidos, conservan su forma y persisten en el tiempo. En
cambio los líquidos son informes y se transforman constantemente: fluyen”.[11]
No obstante, los seres humanos necesitamos de unos mínimos de
estabilidad que le den una cierta solidez a nuestro ser y a nuestras
relaciones.
5.
Vivimos en la era
del vacío,[12] en todas partes encontramos
la soledad
y la dificultad de sentir, de ser transportados fuera de nosotros/as mismo/as.
Es como si viviésemos en una depresión colectiva, que nos lleva
al desequilibrio y nos dificulta ponernos en camino tras la búsqueda de una
solución. De ahí las preguntas de los y las jóvenes de nuestro tiempo: ¿por qué
no puedo yo amar y vibrar? y ¿si al menos pudiera sentir algo? En el fondo,
asistimos a la pérdida del horizonte, pues el ser humano se vive en un gran
inmediatismo, desconectado del presente y sin perspectiva de futuro. Y a pesar
de todo ello, necesitamos con urgencia que nos ayuden a trascender lo
instantáneo.
CINCO PRECESOS
Vistas estas cinco metáforas,
podemos dar un paso más en nuestro acercamiento a la realidad actual, que
consiste en verla en una perspectiva más analítica, concentrándonos en cinco
procesos emblemáticos que apuntan un cambio en nuestra forma de pensar a Dios y
a Jesús, de acercarnos al mundo y de concebirnos a nosotros/as mismo/as. Son los
procesos de individuación, las nuevas subjetividades en la cultura somática, la
revolución tecnológica e informática, la globalización y el neoliberalismo.
1.
Con la modernidad inició lo
que muchos estudiosos llaman el proceso
de individuación,[13]pero
en la actualidad este adquiere unas características tan particulares, que lo
hacen completamente distinto. Aclaramos que no es lo mismo individuación que
individualismo. Para hacernos una idea de a qué nos referimos con el proceso de
individuación, tenemos que recordar que en la Edad Media, si uno nacía esclavo
moría esclavo, si noble, moría noble. Con la burguesía nace también la
posibilidad de cambiar de estatus social, y con ella el desafío de hacernos
individuos. Desde entonces, cada cual tiene que elaborar su propia identidad,
y en la actualidad, sin ningún referente. En casi todo el mundo, los y las
pobres se enfrentan a este desafío con desventajas abismales. Además, cuando
creemos que hemos llegado a ser lo que nos pide la sociedad, nos cambian los
roles, lo cual amenaza los vínculos sociales, el concepto de ciudadanía, el
bien común y el sentido de pertenencia.
2.
La reflexión sobre las nuevas subjetividades en la cultura
somática,[14]es relativamente reciente. Nuestra pretensión es hacer un levantamiento
de las principales inquietudes que suscita: ¿qué tipos de sujetos genera
nuestra sociedad, sus instituciones y grupos sociales? ¿cómo los sujetos
construyen la sociedad en la que viven?, ¿qué tipo de subjetividades se crearon
en otros tiempos?, ¿cuáles se crean en una determinada cultura?, ¿cuál es la
que corresponde a los sujetos por su edad, su género sexual, su condición
social o económica, preparación académica, desempeño laboral, etc.? También,
hemos de aclarar ¿qué es eso de cultura somática? Paula Sibilia,[15]
usa este concepto para referirse a una sociedad que vive a flor de piel, exhibiéndose en el computador, en los
cines y televisores, y que da excesiva importancia al mundo exterior, en que
las personas no se definen a sí mismas por su interioridad, sino por su apariencia.
3. Con relación a la revolución
tecnológica e informática,[16]un
tema excesivamente amplio y de suma importancia, destacamos tres ideas:
La primera, que hemos pasado de una sociedad técnica a
una tecnocientífica, y de esta a una tecnológica, lo que implica un cambio
de paradigma;
la segunda, que es imposible entender nuestro mundo
sin esta revolución y sus relaciones con el mercado; y
la tercera, que la misma no solo facilita la vida
humana, sino que la está transformando profundamente. Para
poner un ejemplo, crece entre nosotros y nosotras la sensación de que si no
apareció en You Tube es que no
aconteció. La tecnología ha entrado a formar parte de nuestra vida tan
íntimamente, que la consideramos como si fuese una extensión de nuestro cuerpo.
Hasta el punto de aspirar a una fusión entre ser humano y máquina que nos lleve
a superar la enfermedad y la muerte. Es decir, nuestra condición de finitud.
4.
En los últimos treinta
años, la globalización[17]
ha venido ganando espacio a nivel mundial en los debates económicos, políticos,
sociológicos, culturales, teológicos y en la vida de las personas. Es mucho lo
que durante este tiempo se ha publicado sobre el tema, dada su amplitud y
trascendencia para la sociedad y el pensamiento contemporáneos. Es un proceso que crea vínculos y
espacios sociales transnacionales y nos lleva a ver el mundo como una
pequeña aldea. Tiene múltiples dimensiones: los avances en la
transportación, los medios de
comunicación, la tecnología, la sociedad, los iconos, la cultura, la política,
la economía y la carrera armamentista. En cuanto a sus consecuencias
sociales y culturales, experimentamos que a la vez que nos acerca, también nos aleja.
Por ejemplo, mientras el dinero fluye, las personas enfrentan miles de
dificultades para transitar por las fronteras. Afecta negativamente a los y las
más vulnerables, pues agudiza la injusticia, debilita los estados
nacionales e impone una cultura única.
5.
El neoliberalismo[18]es fundamentalmente un sistema
político y económico que privilegia el libre mercado, la propiedad privada y la
mínima intervención del Estado en la economía. Se inicia en el año 1947, en
torno a la figura de Friedrich von Hayek con la creación de The Mont Pelerin
Society. Su primera experiencia en América Latina fue en Chile,
después del golpe de estado a Salvador Allende, patrocinado por la élite
chilena en contubernio con el gobierno y corporaciones estadounidenses. Para su
consolidación a nivel mundial son muy importantes las figuras de Margaret Thatcher,
como primera ministra de Gran Bretaña, y de Ronald Reagan, como presidente
de los Estados Unidos. El culmen de su desarrollo, lo vemos en la progresiva
expansión del capital financiero y en su dominio sobre el sector industrial y
productivo, que nos está llevando a la digitalización del dinero. Como
consecuencias, se agudiza la injusticia social y la crisis ecológica, lo
mismo que el desempleo. Dada esta
realidad, sus postulados, que hasta hace poco eran como dogmas de fe “a los que
debíamos adherirnos sin mucha argumentación,” con la crisis mundial de 2008, se ponen en tela de
juicio, lo que hoy nos permite un acercamiento más objetivo a sus
planteamientos.
Las metáforas y los cinco
procesos emblemáticos de nuestro tiempo, nos muestran que las dimensiones del
cambio son tan trascendentales, profundas y radicales, que con razón podemos
hablar no tanto de una época de cambios cuanto de un cambio de época.[19] Además, tres
acontecimientos, nos permiten constatar cuanto estamos diciendo. Estos son: la
caída del muro de Berlín, el derribo de las Torres Gemelas y la crisis mundial
de 2007.
-
Con la caída del muro de Berlín en 1989, cayó también la
ideología socialista. Este hecho es considerado por muchos teóricos sociales
como el punto de partida de un nuevo movimiento geopolítico a escala mundial en
el que el capitalismo se convierte en la
ideología dominante con EEUU a la cabeza.[20]
-
El derribo de las Torres Gemelas en el año 2001, supuso un atentado
contra quienes ostentaban la hegemonía del capitalismo imperante. Lo cual nos
mostró que la gran potencia mundial era vulnerable y que por tanto, también el
capitalismo podía ser amenazado. Entre muchas otras cosas, esto generó un desequilibrio
mundial en la economía, en la política, en la cultura, en lo social, que
empezaron a carecer de un referente hegemónico.
-
La crisis económica mundial de 2007, puso la tapa al
pomo y nos dejó ver que es la sociedad
occidental la que está en crisis
y no solo su economía. De acuerdo con Alain Touraine, podemos hablar de
“megacrisis”, porque tocó todas las instituciones, la vida social y al Estado y
porque se trató de la crisis del capitalismo y de la sociedad que se fundamenta
en su lógica.[21]
Todo esto nos lleva a
confirmar que es la modernidad misma la
que está en crisis. Se ha evidenciado que es insostenible mantener de
manera indefinida una relación de dominación y consumo con la naturaleza y con
las personas. No sin razón afirma Anthony Giddens, que los mayores problemas
que enfrenta la actual sociedad mundial son el riesgo ecológico y la creciente
desigualdad social.[22] El calentamiento global
es solo un síntoma de la gran crisis que afronta el planeta, el otro, más
radical, es el hecho de que cada día es mayor el abismo que separa a los ricos
de los pobres y la desproporción con que crecen la injusticia y el desequilibrio.[23]
Lo que está aconteciendo ante
nuestros ojos es un verdadero cambio de
paradigma, que está generando una nueva sociedad.[24]Entendido como un
macromodelo de comprensión del universo, de Dios y de nosotros/as mismo/as que
se nos impone a los individuos y a los países. El término paradigma es
fundamental para comprender las concepciones del mundo de una determinada
época. Ha entrado en nuestra cotidianidad con las obras de Thomas Kuhn: Estructura de las Revoluciones Científicas, y
de Karl Popper: Lógica del descubrimiento
científico, en las que evidenciaron las repercusiones que los cambios de
paradigmas introducen en nuestra concepción del mundo. Según estos
autores, existe un paradigma global en el que se sustentan muchas verdades.[25] Cuando es el paradigma
mismo el que cambia y no estas verdades, hablamos de un cambio de época. Y esto
es lo que ha sucedido entre nosotros y nosotras en los últimos años.
Todo lo que se sustenta en el
paradigma establecido se denomina ciencia normal o pensamiento dominante. Lo
que se sale de ahí no es aceptado, más que en los tiempos de crisis, que vienen
cuando al paradigma vigente ya no le caben más remiendos. El nuevo paradigma
emergente, al principio es muy frágil e inseguro, pero en sus
mejores intuiciones, es donde se va gestando la vida de Dios y sus propuestas
de liberación. Quienes queremos seguir su proyecto, hemos de estar atentos a su
espíritu “que sopla donde quiere y cuando quiere, y que aunque oímos su voz no
sabemos de dónde viene ni a donde va”, como le dijera Jesús a Nicodemo, un
amante de la tradición o del paradigma vigente y que, sin embargo, va a oscuras
para consultarle a él, por dónde va el
obrar de Dios en la nueva situación que desata su persona, en lo referente
al ayuno y a su visión de Dios, del templo, del ser humano y del reino (Jn 3,
1-21). En esta perspectiva, creemos que nuestra época es un tiempo privilegiado
para rescatar la eclesialidad de las CEBs a la luz del paradigma de la Iglesia
de la Casa del cristianismo primitivo.
NUEVO CONTEXTO PARA LAS CEBs
Como se deduce de cuánto hemos
dicho, es claro que las CEBs no estamos en los años ‘70, tiempo de su mayor esplendor, cuando eran bien vistas por
amplios sectores de la jerarquía y de la vida religiosa; ni estamos en la
década de los ‘80, cuando empezaron
a ser consideradas como sospechosas y eran atacadas por “sus visos de
comunismo.” Tampoco estamos en la década de los ‘90, en que la indiferencia
y el abandono por parte de las autoridades eclesiales y los asesores y
asesoras, laicos y laicas, religiosas y religiosos, dio inicio a un proceso de
confusión de su identidad, asimilándolas a los movimientos o grupos eclesiales,
que todavía nos marca profundamente.[26]
Estamos en un nuevo e inédito panorama
global, tanto desde el punto de vista socioeconómico, político y cultural,
como desde el punto de vista eclesial, en medio del cual las CEBs se sobreponen
a los embates que contradicen sus principios inspiracionales.
Es en este contexto de
confusión y debilitamiento, en el que se nos impone la tarea de volver a nuestros orígenes, de retomar
el Concilio Vaticano II, a cincuenta y dos años de su realización, las
Conferencias de Medellín y Puebla, de Santo Domingo y Aparecida, y el caminar
de una creciente articulación que se
ha fortalecido significativamente en los últimos años. Sobre todo, hemos de
volver continuamente a las Comunidades Primitivas y al Movimiento de Jesús. No
para vivir de la nostalgia o querer repetir el pasado, sino para recrearlo
creativamente en nuestro actual contexto. Es lo que haremos a
continuación, al hablar de la Iglesia de la Casa.
C. COMUNIDADES ECLESIALES DE
BASE E IGLESIA DE LA CASA
En este momento queremos
acercarnos a la propuesta de la Iglesia
de la Casa de las primeras
comunidades cristianas, vinculándolas a la vida y misión de las Comunidades
Eclesiales de Base. Al considerarlas como sus sucesoras más fieles,
hemos de contestar la pregunta ¿por qué pasa tanto tiempo para que se concrete
una propuesta eclesial que sintonice tan profundamente con la Iglesia de la
Casa? Además, debemos esbozar algunas de las razones, positivas y negativas,
por las que la reflexión sobre la Oikos
Ekklesía (Iglesia de la Casa) nos parece una tarea impostergable.
La razón por la que pasan
tantos siglos para que se concrete una propuesta como esta, la encontramos en
el giro Constantino (314 dC), puesto
que la Iglesia, al hacerse religión oficial del imperio, cuando este cayó tuvo
que llenar este vacío de poder institucional, lo que impidió todo esfuerzo por
encarnar una iglesia sencilla al estilo de la que vivieron las primitivas
comunidades cristianas. Ahora bien, con los albores del Concilio Vaticano II
(192-65), con su deseo de volver a los orígenes, concretamente a la palabra de
Dios y a la patrística; y con los múltiples esfuerzos para su actualización en
América Latina y el Caribe, especialmente a través de las Conferencias
Generales del Episcopado Latinoamericano en Medellín (1968) y Puebla (1979), se gestó el entorno favorable para
la gestación de una propuesta eclesial que reiniciara la de la Iglesia de la
Casa del cristianismo primitivo, por su sensibilidad hacia la realidad de los
pobres, al mundo de los excluidos y a las injusticias sociales.
-
Desde una perspectiva positiva, conviene estudiar
este tema, por el anhelo siempre nuevo en las CEBs de vivir con mayor
radicalidad el proyecto de Jesús. Por los profundos conflictos entre diversos
modelos eclesiales y con los movimientos, grupos, pastorales, ministerios y
espiritualidades que experimentan nuestras comunidades en el seno de las
parroquias. Porque sintoniza con la V Conferencia del Episcopado
Latinoamericano en Aparecida (2007),
como invitación a una misión permanente a formar Casas
Misión y Pequeñas Comunidades Eclesiales (que podemos llamar de base) y con la
idea de una Iglesia en permanente salida al encuentro de los más pobres, para
testimoniar el amor y la misericordia de Dios, como nos está pidiendo el papa
Francisco. Porque vivimos en un túnel, en un mundo roto, desbocado, líquido y
en la era del vacío, en los que nos urge una Iglesia en que se vivan relaciones
de cercanía y amistad, y en la que la defensa de la vida no se oponga a la fe.
-
En una perspectiva negativa, este tema se hace
necesario, porque constatamos que la Iglesia se nos está volviendo una casa
fría, masiva, con grandes templos, que parecen teatros, donde miramos al
escenario dándole la espalda al otro y la otra, con liturgias rígidas,
jerarquía y lujos al estilo monárquico, etc., que poco tienen que ver con la
Iglesia de Jesús. Por el proceso de involución, invierno eclesial y vacío
profético (al menos de las grandes personalidades) que estamos viviendo y que
no logra eclipsarse con los nuevos aires que inspira el papa Francisco. Pues,
siguen entre nosotros y nosotras los mismos obispos, y los sacerdotes recién
ordenados, en general vienen de una formación neoconservadora que añora el
Concilio de Trento como vuelta a lo sacramental y a lo cultual. Por la cada vez
más clara constatación de que nuestra estructuración eclesial en diócesis y
parroquias no da más de sí si no se transforma ni responde a nuestro desafiante
contexto, eminentemente urbano.
El
movimiento de Jesús cambia la centralidad del templo por la Iglesia de la Casa. En la sociedad romana, estructurada bajo la
institución familiar, los cristianos se organizan como Iglesia familia, que se
reúne en las casas (Iglesia de la Casa), a las que constituyen como centro de
su propuesta. En la nueva Iglesia, asamblea de los convocados, que es mucho más
que el templo, participaban mujeres, niños, esclavos y parientes lejanos. Era
una especie de familia extendida, algo así como el equivalente en nuestras
zonas urbanas a un barrio o sector. La “Iglesia doméstica” es tan importante en la
reflexión teológica sobre la Iglesia, que llegan a llamarse Casa de Dios. Esta conciencia de ser
Iglesia Familia más la de la catolicidad fue lo que dio el éxito a la Iglesia
en medio del Imperio romano.
A estas iglesias primitivas se
las llama Iglesia comunión. No es
una sola iglesia, sino que son diversas comunidades, con una fe que las une.
Cada una es distinta, pero se sienten unidas por las notas que la caracterizan
como la Iglesia de Jesús: oración, comunión, fracción del pan, solidaridad,
evangelización. Tal como lo expresa con meridiana claridad Hch 2, 42-46, se distinguen por:
-
su apostolicidad, siguen las enseñanzas de los que conocieron a
Jesús y convivieron con él;
-
la comunión, están dirigidas por el Espíritu de Jesús y
comparten los bienes, las ideas, los sentimientos y el obrar;
-
la fracción del pan, hacen memoria de Jesús, pan partido para la vida
del mundo, y se convierten en pan para alimento de la humanidad;
-
las oraciones, están conectadas con la
fuente de la vida y el amor para poder así animar la concreción del proyecto
del Reinado de Dios; y
-
la solidaridad, hacia lo interno de la comunidad y hacia su
exterior.
Realidades que están muy vivas y presentes en las
Comunidades Eclesiales de Base.
Una imagen hermosa que expresa
la vida de estas comunidades, la encontramos en 1 Cor 12,12-14, cuando se habla de quienes se reúnen en el nombre
de Jesús como su cuerpo. De donde brotan la importancia de nuestra relación con Él, que es
la cabeza y con su Espíritu, que nos anima como cuerpo suyo; la valoración de
la diversidad en la unidad; la solidaridad en el dolor y en la alegría; la
complementariedad en las tareas, la reciprocidad y corresponsabilidad con los
desafíos que tenemos por delante; y el sentido de pertenencia de los diversos
ministerios y servicios a algo mayor, el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.
Consideramos que aunque en pequeño, también las CEBs son esta Iglesia en
la que se han de integrar las pastorales, los ministerios y los grupos.
CARACTERÍSTICAS DE LA ‘IGLESIA DE LA CASA’
Las Iglesias de la Casa, se
caracterizan por ser: iglesias
comunión, comunidades
insertas en su contexto histórico social, iglesias en la casa, viven en
conflicto y son perseguidas, son misioneras y solidarias, están guiadas por el
Espíritu Santo y son comunidades ministeriales.[27] En este momento, veremos cómo estas
notas se dan en las comunidades primitivas y cómo se actualizan en el
magisterio sobre las CEBs.
1.
Son iglesia comunión
La iglesia de los años 30 al 135 dC., se
caracterizó por ser una Iglesia comunión, con un fuerte componente
escatológico, como instauración próxima del reinado de Dios. La misma, era
sumamente plural, reflejando diversas tendencias: la tradición
del Discípulo Amado, la de Santiago, la petrina, la paulina, etc., con
propuestas bien diferenciadas, aunque unidas en lo fundamental y con un
profundo sentido de comunión y articulación entre sí.
En esta dirección
podemos entender el interesante acercamiento entre la parroquia y las
Comunidades Eclesiales de Base como Iglesia de la Casa, que sugiere el Papa
Francisco a propósito de la necesaria transformación de la parroquia de
una realidad territorial e institucional a un espacio existencial y relacional,
cercano a la vida de las personas: “La
parroquia no es una estructura caduca; precisamente porque tiene una gran
plasticidad, puede tomar formas muy diversas que requieren la docilidad y la
creatividad misionera del Pastor y de la comunidad. Aunque ciertamente no es la
única institución evangelizadora, si es capaz de reformarse y adaptarse
continuamente, seguirá siendo «la misma
Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas». Esto supone que
realmente estén en contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no
se convierta en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de
selectos que se miran a sí mismos.”[28]
En el espíritu de
esta reflexión, la parroquia desciende a los hogares de las personas en la
Iglesia de la Casa. Así, ella adquiriría más claramente su identidad de
comunidad de comunidades y las diócesis transparentarían mejor su carácter de
iglesia local, con rostro propio y particular, siempre en comunión e
interrelación con las demás iglesias locales, en las que la participación y la
ministerialidad eclesial concretizan un cambio estructural a lo interno de la
Iglesia. De hecho, las críticas que más adelante plantea el papa Francisco a
las parroquias: “todavía no han dado
suficientes frutos en orden a que estén todavía más cerca de la gente, que sean
ámbitos de viva comunión y participación, y que se orienten completamente a la
misión”,[29] están muy en la línea de
aquellos elementos que se viven con tanta fuerza en las Comunidades Eclesiales
de Base.
2.
Son comunidades
insertas en su contexto histórico social
En tiempo de los
romanos, la familia era la célula básica de la sociedad. Por eso la asumen las
comunidades primitivas, conscientes de sus luchas y esperanzas. Trabajan allí
por expandir la solidaridad, el amor y la justicia, acogiendo los más bellos
anhelos de los hombres y mujeres de su tiempo. En la carta enviada por el papa
Francisco a los participantes del XIII
Intereclesial, nos exhortaba: “a vivirlo como un encuentro de fe y de
misión, de discípulos misioneros que caminan con Jesús, anunciando y testimoniando
a los pobres la profecía de «nuevos cielos y nueva tierra»”, llamándonos, en
sintonía con el lema del encuentro: “Justicia y profecía al servicio de la
vida,” a asumir el gran desafío que las CEBs tienen hoy como Iglesia en la
base: “Queridos amigos, la evangelización
es un deber de toda la Iglesia, de todo el pueblo de Dios: todos debemos ser
peregrinos, en el campo y en la ciudad, llevando la alegría del Evangelio a
cada hombre y a cada mujer. Deseo desde lo profundo de mi corazón que las palabras
de san Pablo «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1 Cor 9, 16) resuenen en el corazón de cada uno de ustedes.”[30]
3.
Son iglesia en la
casa “Kat’ oikon ekkesía”
No es una iglesia
de masas (Rom 16,2-5. 23; Fil 2; Col. 4,15, 1 Cor 16,19; Hch 2,42-46), sino iglesias
domésticas, pero no como la entendemos hoy, pues incluía a los
esclavos, a los dueños de la casa, a los hijos, a los allegados, etc. Se
trataba de un pequeño clan, que vivía en el mismo entorno. Es curioso, que
en este contexto, los cristianos y cristianas no necesitaron la creación de un
templo para reunirse, sino que se encontraban en la casa de uno de los y las
integrantes de la comunidad, que era el verdadero templo de Dios. Allí donde
está reunida la comunidad es el templo. Como afirma José Sánchez, citando al
Obispo Don Arturo Lona: “Las Comunidades Eclesiales de Base no son un
Movimiento de Iglesia, sino que son la Iglesia en movimiento.”[31] Razón por la cual, nuestros obispos en la II
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín, insistieron en
que todos nuestros esfuerzos pastorales han de orientarse a la transformación
de estas comunidades en “familia de Dios,” como núcleo de una fraternidad real
donde se viven la fe, la esperanza y la caridad: “La
Comunidad cristiana de base es así el primero y fundamental núcleo eclesial,
que debe en su propio nivel responsabilizarse de la riqueza y expansión de la
fe así como del culto que es su expresión. Ella es, pues, célula inicial de
estructuración eclesial, y foco de evangelización, y actualmente factor
primordial de promoción humana y desarrollo” (DM 15,10).[32]
4.
Son comunidades en
conflicto y perseguidas
Eran iglesias que
vivían en conflicto, tanto internos, por las luchas de poder
entre las diversas corrientes, la presión de los judaizantes, la resistencia de
algunos hermanos y hermanas para entregar sus bienes; como externos, que hacen de
las distintas iglesias comunidades martiriales y perseguidas, por la presión de
los estándares romanos (el patriarcado, el culto al emperador y el servicio
militar obligatorio), y por su cada vez más marcado distanciamiento del
judaísmo. Los y las integrantes de las Comunidades Eclesiales de Base, han sido
perseguidos
y han vivido en conflicto hasta el martirio, como bien reconocen nuestros
obispos latinoamericanos en el documento de Aparecida: “En la experiencia
eclesial de algunas iglesias de América Latina y de El Caribe, las Comunidades
Eclesiales de Base han sido escuelas que han ayudado a formar cristianos
comprometidos con su fe, discípulos y misioneros del Señor, como testimonia la
entrega generosa, hasta derramar su sangre, de tantos miembros suyos” (DA 178).[33] Constatando, además, que en
ellas se vive la experiencia de las primeras comunidades, tal como están
descritas en los Hechos de los Apóstoles 2, 42-47.
5.
Son comunidades
misioneras y solidarias
Que viven una
interesante tensión entre el permanente deseo de salir a evangelizar hasta los
confines de la tierra y el esfuerzo para mantener la cohesión interna y las
relaciones cercanas y familiares. Además, son comunidades con una fuerte
práctica de la solidaridad, con sus miembros y con los y las pobres, viudas y
huérfanos. También con las comunidades más necesitadas. Realidad, que rescata el papa Francisco en las
Comunidades Eclesiales de Base, cuando en la Evangelii Gaudium 29 afirma
que: “las Comunidades Eclesiales aportan un nuevo fervor evangelizador y
una capacidad de diálogo con el mundo que renuevan la Iglesia,”[34] admirando su potencial
misionero y evangelizador, en una perspectiva respetuosa de los procesos, las
personas y los lugares que son evangelizados. Sobre su carácter eminentemente misionero,
indican nuestros obispos en el Documento de Aparecida, que estas despliegan su
compromiso evangelizador en la búsqueda de los más alejados y sencillos y sobre
todo, en su opción preferencial por los y las pobres (DA 179).
6.
Son comunidades
guiadas por el Espíritu Santo
Es el Espíritu de
Jesús el que les da fuerza para que puedan salir, discernimiento para entender
lo que en las Escrituras se refería a Jesús y valor para superar el miedo y
encarnar su propuesta en un contexto sumamente adverso. La presencia del Espíritu
es tal en las vidas de las comunidades de los Hechos, que podemos llamarlas
comunidades del Espíritu Santo. El documento conclusivo de Puebla, nos recuerda que
en las CEBs: “El cristiano vive en comunidad bajo la acción del Espíritu Santo,
principio invisible de unidad y comunión,” (DP 638).[35]
Cuando estas están bien constituidas, hacen posibles nuevas relaciones
interpersonales en la fe, la profundización de la Palabra de Dios, la
participación en los sacramentos y un mayor compromiso de sus integrantes con
la realidad social de sus ambientes (DP 640). Dicho de otro modo, la
vida del Espíritu Santo, se manifiesta en las CEBs, como una cada vez más creciente
fidelidad al proyecto de Jesús: “Los cristianos unidos en Comunidad Eclesial de Base, fomentando su
adhesión a Cristo, procuran una vida más evangélica en el seno del pueblo,
colaboran para interpelar las raíces egoístas y consumistas de la sociedad y
explicitan la vocación de comunión con Dios y con sus hermanos, ofreciendo un
valioso punto de partida en la construcción de una nueva sociedad, ‘civilización
del amor’” (DP 643).
7.
Son comunidades
ministeriales
En que la autoridad
es compartida y se ejerce en función de la unidad más que de la subordinación.
Las personas participan y descubren sus talentos, que ponen al servicio del
reino y de la comunidad. Se establecen ministerios que podríamos llamar
eclesiales y otros, que son más bien de carácter social, pues están más en la
línea del servicio a los más necesitados y necesitadas. Solo tardíamente estos
ministerios se van a ir estrechando, conforme se va estableciendo la llamada Gran Iglesia. Son además, comunidades
que van al mundo conocido, expandiendo la propuesta del Reinado de Dios y una
forma diferente de relacionarnos con él. Los concilios son un espacio
fundamental para la toma de decisiones.
El documento conclusivo de Puebla, considera las
CEBs como auténticas escuelas que permiten al pueblo sencillo acceder a
un mayor conocimiento de la Palabra de Dios, al compromiso social en nombre del
evangelio y al surgimiento de nuevos ministerios laicales. (DP 629). En
las Comunidades Eclesiales de Base existe una gran diversidad de
ministerios, que incluso varían significativamente de una comunidad a otra,
porque nacen en función de las realidades propias de cada una. Según nuestros obispos
confirmaron en Aparecida: “Son fuente y semilla de variados servicios y
ministerios a favor de la vida en la sociedad y en la Iglesia.” (DA 179).
Sin embargo, con la
institucionalización de la Iglesia esta base estructural de la Iglesia de la
Casa desapareció. Con el paso del tiempo, se pasa de una iglesia eminentemente
comunitaria a una iglesia territorial, cultualista, clerical y de
administración de sacramentos. En este proceso, podemos distinguir con claridad
tres etapas:
-
La presencia de los Apóstoles: grandes líderes
carismáticos que les dan unidad y quienes son la conexión visible con la persona
de Jesús.
-
La ausencia de los apóstoles: que genera una
profunda desorientación, donde nace la necesidad de guardar su memoria. Y
-
El proceso de institucionalización: que sigue dos
corrientes: la carismática de los profetas y maestros y la de los oficios
establecidos: obispo, presbíteros y diáconos. Esta última, termina
imponiéndose.
La parroquia, que quiso solucionar este problema
cuando la sociedad se empieza a urbanizar, terminó generando una visión jerárquica,
territorialista, canonicista y sacramentalista del cristianismo. El
contexto actual es propicio para recuperar la vitalidad de la experiencia
cristiana de la Iglesia doméstica como Iglesia de la Casa, apuntando una forma
alternativa de relacionarnos como comunidad creyente y de ser Iglesia de Jesús.
Consideramos que, recuperar esto en el contexto de la Misión Permanente
como propuesta encarnada e intercultural de evangelización, es uno de los más
grandes y apremiantes desafíos que tenemos como CEBs en el presente.
Asumir este desafío, nos permite subrayar la
eclesialidad de las Comunidades Eclesiales de Base en su sentido más profundo.
Como ya hace mucho tiempo, nos aconsejó el papa Juan Pablo II en una de sus
visitas pastorales a Brasil, nuestro acompañamiento pastoral a las CEBs ha de orientarse
al reconocimiento de su eclesialidad, porque: “Ser eclesiales es su marca
original y su modo de existir y actuar.”[36]
De ahí que nos animara a encarnar una actitud valiente para mantener en toda su
pureza la dimensión eclesial de estas comunidades. Igual concepción externó el Cardenal J.
Salazar, en su homilía en el Primer Encuentro Regional de CEBs de Occidente,
celebrado en 1992, en Guadalajara, México: “Las CEBs han de
ser una experiencia comunitaria integral (total) de Iglesia en pequeño. Por eso
en ellas no deben faltar la Palabra de Dios, la oración, los sacramentos y en
particular la eucaristía, las relaciones fraternas, los ministerios y servicios
a los demás, la comunión con los pastores, el compromiso a favor de los
derechos humanos y de la justicia”.[37]
Estos son los elementos constitutivos de la
Iglesia, por lo que podemos decir con José Sánchez que las CEBs son un nivel de
Iglesia, son la Iglesia en su dimensión más pequeña. Ellas “no son toda
la Iglesia, pero son la Iglesia toda. […] En ellas, aunque en pequeño, subsiste
la Iglesia de Cristo. Con toda propiedad puede afirmarse que en ellas reinicia
el nivel de la Iglesia Doméstica” (kat’ oikon ekklesía) del Nuevo Testamento.”[38]
En las
palabras de Don Fernando Panico, en la Carta final del XIII Intereclesial de las
CEBs del Brasil al pueblo de Dios: “Las CEBs son una forma
de ser de la Iglesia. Las CEBs son el modo “normal” de la Iglesia ser.
Modo normal del pueblo de Dios responder en el hoy a la propuesta de Jesús: ser
comunidad al servicio de la vida.”[39]
Desde aquí es que propongamos
su reconocimiento jurídico como Iglesia, tal como lo planteó Karl Rahner el
pasado siglo, al sugerir la transformación
de las parroquias a partir de comunidades de base. Según su parecer, cuando
estas comunidades alcanzan un cierto nivel de estabilidad adquieren el derecho
a ser reconocidas por la Iglesia diocesana y por la universal como Iglesia de
Cristo: “Si a partir de los cristianos
mismos se constituyen comunidades vivas, si tienen y alcanzan una cierta estructura,
una cierta firmeza y estabilidad, tienen tanto derecho como una parroquia
territorial a ser reconocidas como elementos básicos de la Iglesia, como
Iglesia, por la Iglesia del obispo y por la Iglesia universal. […] A medida que
se vayan intentado y probando desde abajo de un modo experimental, podrían irse
formando lentamente ciertos tipos fundamentales de comunidades de base, que
llegarían a tener una estructura, reconocida
desde arriba, incluso canónicamente, y por tanto, también una mayor
estabilidad, y representarían ejemplos provechosos para otros casos”.[40]
Esto se hace urgente en un
mundo en el que ya no somos más cristianos y cristianas por ósmosis sociológica
o por herencia cultural, sino que estamos llamados a serlo por opción de fe. Lo
cual solo es posible si pasamos de comunidades territoriales como lo son las
parroquias, a comunidades reales como lo son las Comunidades Eclesiales de Base
donde de verdad se encarne el cristianismo.
D. A MODO DE CONCLUSIÓN,
ALGUNOS DESAFÍOS
En una sociedad donde prima el
individualismo y la aceleración de la vida, donde nadie conoce a nadie, la
gente tiene hambre de comunidad, de
una iglesia que sea cercana, donde
se den lazos familiares, y a la vez
donde se cultive la solidaridad y el
amor a los más necesitados. No se trata tanto de una iglesia institucional o
territorial, sino de una iglesia familia, la Iglesia de la Casa que encarnaron
las primitivas comunidades cristianas, y que en la actualidad reaparece en las
Comunidades Eclesiales de Base. Creemos que el rescatar la Oikos Ekklesía nos posibilita resituar a las CEBs en el nuevo
contexto, superando el enquistamiento y la parroquialización que hoy viven la
mayoría de nuestras comunidades. Esta puede ser la concreción de una
experiencia clave del sueño de una iglesia pequeña, comunión de comunidades
plurales, en que la relación es más importante que la institución.
Para ello es necesario, que
como se afirmó en el XIII intereclesial,
a partir de los diversos gritos y propuestas, profundicemos en nuestros
respectivos contexto, las características fundamentales de la Iglesia de la
Casa:
-
el que seamos Iglesia comunión, en la que la
articulación no se vive por la supresión
de la diversidad, sino como comunión en una misma fe;
-
el que seamos comunidades martiriales y perseguidas, que
viven los conflictos propios de la fe en Jesús en una cultura que tiende a
negar su propuesta de amor y justicia;
-
que permanezcamos cada vez más insertos en nuestro contexto
histórico social, siendo allí fermento en la maza de una nueva
sociedad, cercanos a las luchas y esperanza de los hombres y mujeres de nuestro
tiempo;
-
que afirmemos con decisión nuestra clara identidad de
ser iglesia
en la casa “Kat’ oikon ekkesía”, no tanto una iglesia de masas,
definida por el templo como espacio sagrado, sino una iglesia pequeña y
sencilla, definida por las relaciones de hermandad y sororidad;
-
que nos reconozcamos como comunidades misioneras y
solidarias, tanto a lo interno como también a lo externo, en referencia
a los múltiples contextos en los que nos encontramos;
-
que nos sepamos guiados por el Espíritu Santo, descubriendo su querer en una realidad
compleja y difícil, discerniendo los signos de los tiempos que hacen más
presente el reinado de Dios y apostando por relaciones ecuménicas;
-
y finalmente; que seamos cada vez más comunidades
ministeriales, en las que el servicio de la autoridad es compartido y
se potencian los diversos talentos de las personas, haciendo nacer constantemente
nuevos ministerios.
A partir del texto de Hechos
2,42-46, creo que podemos mostrar una respuesta
desde la vida de las CEBs a los cinco procesos emblemáticos de nuestra actual
sociedad:
-
Ante los procesos de individuación, conscientes de que su más grave consecuencia es el desarraigo en
que viven las personas, proponer la vida comunitaria que nos enraíza,
porque nos permite sentir que pertenecemos a algo mayor.
-
Ante las nuevas subjetividades en una cultura somática, cultivar la vida interior, como camino de
una salvación integral que nos ayude a superar el cambio constante de identidades y el
énfasis desmedido en la exterioridad.
-
Ante la revolución tecnológica e informática, pensar en relaciones cálidas y cercanas que tejan verdaderos lazos de humanidad.
-
Ante la globalización que va
homogeneizando las culturas por medio de la transculturación, hemos de avanzar
hacia relaciones interculturales que respeten la diversidad y la vean más que
como amenaza, como la múltiple manifestación del rostro de Dios.
-
Ante el neoliberalismo, que se presenta como el único modelo posible
de organizar los bienes de la casa, que excluye a dos terceras parte de la
humanidad y que ha provocado la mayor crisis mundial, se impone el imperativo
de generar pequeñas experiencias de economía solidaria bajo el principio de la
diaconía, que desde lo micro apunten a una macro organización de nuestras
relaciones económicas.
En resumen, a nuestro modo de
ver, esto supone cinco desafíos, que podemos expresar con cinco palabras generadoras
que nos relanzan e impulsan:
1.
Resistencia: Mantenernos fieles
al espíritu de las CEBs en medio de un contexto difícil. Lo que supone, hacer
memoria del pasado sin amilanarnos ante los retos del futuro. El ejercicio del
liderazgo como servicio, con conciencia ministerial, que aunque no es reconocido
por la iglesia oficial, si lo es por Dios y por Jesús.
2.
Audacia: Capacidad de
insertarnos en los nuevos espacios que va abriendo la Iglesia y hacerlo desde
nuestro ser. Hemos de entrar en la Misión Continental sin que se diluya nuestra
identidad.
3.
Comunión: Saber que somos la
iglesia en la base, pero tener claro que pertenecemos a una Iglesia más amplia.
Mantener los espacios de interrelación entre diversas iglesias, a través del
fortalecimiento de las redes de articulación.
4.
Espiritualidad: Potenciar la mística
y la profecía. Vivir con radicalidad la espiritualidad de las CEBs y denunciar
nuestra infidelidad al evangelio lo mismo que la de nuestra Iglesia y la de
nuestra sociedad.
5.
Identidad: Mantener la plena
conciencia de que somos iglesia en la base, más abajo que la parroquia. No
somos un movimiento más dentro de la Iglesia. Vivir el hecho de que en una
Comunidad Eclesial de Base, está presente la Iglesia de Cristo: una, santa,
católica y apostólica, y desde aquí, potenciar la formación, la celebración y
el encuentro.
Consideramos que todo ello, y
con esto queremos terminar nuestra reflexión, nos llevará como CEBs a cultivar
una sana responsabilidad, individual y colectiva, con el momento que nos ha
tocado vivir: para con nuestra Iglesia, que quiere ser la Iglesia de Jesús, y
para con nuestra sociedad, que a pesar de sus contradicciones, puja por
convertirse en Reinado de Dios.
Recibido en enero de 2015.
[1] Karl Rahner, Cambio estructural de la Iglesia, Ediciones
Cristiandad, Madrid 1974, p. 132.
[2] Texto que se hace
más significativo si lo confrontamos con la alocución que hizo el papa
Francisco a los misioneros y misioneras del Camino neocatecumenal a propósito
de su envío a China. Todo parece indicar que estamos en otra Iglesia o por lo
menos en otro tiempo.
[3] Cf. Papa Francisco,
Exhortación apostólica Evangelii gaudium, Amigo del
Hogar, Santo Domingo 2014.
[4]
José Sánchez, La comunidad Eclesial de
Base en un mundo globalizado, Palabra Ediciones, México 2006, p. 11.
[5] Cf. Néstor García
Canclini, La globalización imaginada, Paidós, Buenos Aires 2008, p.
57-58.
[6] Ernesto Sábato, El
túnel, Industria Gráfica, Barcelona 2000, 123.
[7] Cf. Benjamín
González Buelta, Orar en un mundo roto, Amigo del Hogar, Santo Domingo
2002, p. 8-10.
[8] Zygmunt Bauman, Modernidad
Líquida, Fondo de Cultura Económica, Argentina 2000, p. 27.
[9] Cf. Anthony
Giddens, Un mundo desbocado, Taurus, Madrid 2000, p. 26.
[10] Cf. Gianni Vattimo,
O fim da modernidade: niilismo e hermenêutica na cultura pós-moderna,
Martins Fontes, São Paulo 2002.
[11] Zygmunt Bauman, Modernidad
Líquida, Op. Cit., p. 8.
[12] Cf. Gilles
Lipovetsky, La era del vacío, Anagrama, Barcelona 1987, p. 75. 78.
[13] Cf. Zygmunt Bauman,
Modernidad Líquida, Op. Cit., p. 59-97.
[14] Cf. Paula Sibilia, La
intimidad como espectáculo, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires 2009.
[15] Cf. Ibíd., p.130.
[17] Cf. Ulrich Beck, ¿Qué
es la globalización?: falacias del globalismo, respuestas a la globalización,
Paidós, Barcelona 1998, p. 33-39.
[18] Cf. David Harvey, O
neoliberalismo: história e implicações, Loyola, São Paulo 2008, p. 12.
[19] Cf. José María
Mardones, Postmodernidad y cristianismo, Sal
Terrae, Santander
[20] Cf. Anthony
Giddens, Un mundo desbocado, Taurus,
Madrid 2000, p. 26.
[21] Cf. Alain Touraine,
Após a crisis, Vozes, Petrópolis
2011, p. 17.
[22] Cf. Anthony
Giddens, Op. Cit., p. 28.
[23] Cf. Márcio Fabri
Dos Anjos, Teología y nuevos paradigmas,
Mensajero Bilbao 1999, p. 9.
[24]Cf. Luiz Bernardo Leite
Araújo, Consideraciones sobre el término “paradigma”, en Teología y nuevos paradigmas, Op. Cit., p. 17. Según este autor, el
término paradigma vienen a ser “un
horizonte de comprensión o lugar cultural que expresa la unidad más o menos
organizada y coherente a partir de la cual pensamos, valoramos y asumimos la
realidad” (Ibíd., p. 22.).
[28]Papa Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, n. 28. El
acento por medio de las negrillas es mío.
[29]Ibidem.
[30] Papa Francisco, Mensaje a las CEBs de Brasil, reunidas
en el XIII Intereclesial de CEBs do Brasil, celebrado del 7 al 11 de enero de 2014 en Joazeiro do Norte, Diócesis
de Crato, Brasil.
[31]José Sánchez, Op. Cit. p. 127-128.
[32] II Conferência
Geral do Episcopado Latino-Americano, A
igreja na atual transformação da América Latina a luz do Concílio, conclusões
de Medellín, Vozes, Petrópolis 1969.
[33] V Conferência Geral
do Episcopado Latino-Americano, Documento
de Aparecida, Paulinas, São Paulo 2007.
[34]Papa Francisco, Exhortación apostólicaEvangelii gaudium, n. 29.
[35]III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano
en Puebla, Documento Conclusivo, PPC, Madrid 1979.
[36] Juan Pablo II,
citado por los obispos de Brasil en el documento: Los obispos y las Comunidades Eclesiales de Base, México 1993, n.
19.
[37] Cardenal J.
Salazar, Homilía pronunciada en el Primer
Encuentro Regional de CEBs de Occidente, Guadalajara, México 1982.
[38]José Sánchez, Op. Cit., p. 128.
[39]Fernando Panico, Carta
final do 13º Intereclesial de CEBs do Brasil ao povo de Deus, celebrado del 7 al 11 de enero de 2014 en Joazeiro do Norte, Diócesis de Crato, Brasil.
[40] Karl Rahner, Cambio estructural de la Iglesia, Op. Cit.,
p. 143. El subrayado en negrilla es mío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario